Piensa mal…

Cambiar el mundo

Águeda Rey

Este refrán está mal; yo siempre digo «piensa mal y te equivocarás». Cuando he pensado mal, me he equivocado; y es normal porque se nos escapan muchas cosas, nuestra mirada es incompleta, borrosa.

Estaba pensando estas cosas a la vez que empezaba a familiarizarme con mi tobii dynavox, mi nuevo sistema de comunicación por movimiento de los ojos. Gracias a Alejandro lo tengo súper adaptado a mis gustos y usos habituales: rezo del Santo Rosario, mis confesiones y direcciones espirituales, mis contactos, y muchas cosas más.

Me diréis que qué tiene que ver una cosa con la otra; yo pensaba lo mismo, porque mi mente viaja constantemente de un lugar a otro aparentemente sin ton ni son -desventajas de vivir casi permanentemente en el silencio-, pero al final encuentro lo que Dios me quiere decir con semejante odisea mental, aunque me cuesta mucho.

El tobii dynavox es un chisme grande tipo tablet, aunque es en realidad un ordenador con Windows 11. Se coloca frente a la cara a más distancia de lo que se pone un móvil. Y aquí empiezan mis problemas: mis gafas de cerca no me sirven y las bifocales que usaba fuera de casa tampoco; tampoco me servirían unas nuevas bifocales porque el sistema se vuelve loco y no detecta los ojos. Tenía que renunciar a tener unas gafas con las que ver a la vez de cerca y de lejos. Las progresivas tampoco son una opción por el mismo motivo que las bifocales.

Por supuesto que tampoco puedo tener a Alejandro mártir de cambiarme constantemente de gafas según mi antojo, ahora quiero ver mi tobii, ahora mirar el paisaje, ahora mirar el WhatsApp… . Se me ocurrió que podría operarme los ojos, pero era arriesgado, caro y en mis circunstancias no sería fácil encontrar alguien que quisiera operarme con unas mínimas garantías.

Renunciar a ver de lejos a la vez que de cerca. Tenía que elegir lo que quería ver bien. Empecé a deshojar la margarita: me quiere, no me quiere, veo de cerca o veo de lejos. No fue azar sino sentido común. Necesariamente tengo que elegir ver de cerca, al fin y al cabo me relaciono con el mundo gracias a este chisme.

Mi renuncia a ver bien de lejos se ha vuelto una perfecta metáfora de lo que ocurre realmente: no somos capaces de ver la realidad que nos rodea en toda su verdad. Vemos borroso el mundo, por eso nos equivocamos con los juicios que hacemos.

Todo esto me llevó a hacer memoria de la cantidad de renuncias que me ha impuesto esta ELA. Son muchísimas. Diría que salvo pensar, mirar aunque con dificultad, escribir, reír, llorar y rezar todo lo demás se lo ha llevado. Pero soy inmensamente feliz, por gracia de Dios.

Puede parecer que la cantidad de renuncias de mi enfermedad que cuento en este blog, son motivo de orgullo, artífices de mi propia salvación. Pero no lo son, ni artífices de nada, ni méritos propios; tan sólo son dones recibidos de Él y oportunidad de agradecer a aquél que me ama hasta el punto de entregárseme con toda la ternura de Dios, y hacerlo abrazando con esa misma ternura todas mis bajezas.

Aunque no pudiera ofrecer nada, Dios amaría mi pobreza, estaría feliz de recibir mi confianza en su infinita misericordia. Mis renuncias son dones que me da Dios para aprovecharlos como oportunidades de identificarme con Jesús crucificado y de amarle cada vez con más fuerza y más verdad.

Para ver esto no hacen falta gafas, ni de cerca ni de lejos, tan sólo mirar en el interior del corazón y sumergirse en la inmensidad de su Sagrado Corazón, que quiere llenarlo todo.