¿Por qué tenemos opiniones diferentes?

Cambiar el mundo

Jaime Nubiola

Llevo años defendiendo el pluralismo como necesaria consecuencia de la libertad personal y de la particular experiencia vital de cada uno. Además, en muchas ocasiones he hecho especial hincapié en que defender el pluralismo no es defender el relativismo, pues —siguiendo a Stanley Cavell— hay maneras mejores y peores de pensar acerca de las cosas. Gracias al estudio, la experiencia y el diálogo es posible en muchos casos reconocer a lo largo del tiempo la superioridad de un parecer sobre otro. Basta con citar como evidencia de esto el progreso científico y tecnológico.

Pero, de verdad, ¿por qué pensamos de diferentes maneras? Precisamente Descartes en los primeros compases de su Discurso del método se plantea esta cuestión: «La facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan solo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas».

A mí me gusta destacar que las opiniones sobre un asunto concreto no son infinitas, pues aunque cada uno tenga la suya, las opiniones realmente distintas sobre un tema particular de ordinario no pasarán de seis o siete. Con frecuencia se dice que las opiniones son infinitas y que son como la nariz, que cada uno tiene la suya, pero no es verdad que sea así. De hecho, dentro de su diversidad, incluso las narices son bastante similares unas a otras entre los seres humanos. En los asuntos opinables —que llenan habitualmente los medios de comunicación— se repiten una y otra vez las mismas tesis en un espectro muy limitado, que no va mucho más allá de seis o siete posibilidades.

Amar el pluralismo lleva consigo la convicción de que en todas las opiniones formuladas seriamente hay algo de lo que podemos aprender. La diversidad de opiniones no es por tanto una limitación, sino una riqueza.

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Jaime Nubiola es profesor emérito de Filosofía en la Universidad de Navarra, España (jnubiola@unav.es).