“En todos los idiomas del silencio he gritado tu nombre”
La memoria viaja hoy silenciosa a la plaza de San Lorenzo, a los pies del verdadero Rey, del Señor, Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, donde quisiera cerrar los ojos y escuchar el viento de esas primeras horas, donde los vencejos cantan cada amanecida.
Estas últimas horas, estamos inundados de propósitos, de propuestas, de un sinfín de deseos, objetivos y expectativas, todas ellas a la voz del mundo líquido en el pisamos, con la prisa y la excitación de una rutina prefabricada, diseñada en esta cultura de la muerta, donde la sociedad desarraigada nos hace habitar. ¿Y si viviéramos sin preocuparnos de nada?, sólo viviendo para ti Señor, entregando el Espíritu sin medida, sin medida en el amor, en el perdón, en la amistad, en la familia, en la vida que se nos ha dado, viviendo sin calcular absolutamente nada, viviendo nada más que de tu Espíritu.
¿Dónde te buscamos Señor? ¿Dónde ha estado mi pesebre estos días de Navidad? Las heridas, los fracasos, las esperanzas, los sufrimientos deben estar en la alabanza de nuestras vidas.
Recordando a Benedicto XVI, sobre la encíclica Spe salvi: “Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente es una sociedad cruel e inhumana…el amor exige siempre nuevas renuncias de mi yo”.
Ante todo, esto podríamos hacer una profunda reflexión de lo que va aconteciendo estos primeros días del año, esas ideologías, la polarización, las violencias de las palabras, los silencios cómplices, el grito de los más excluidos. Verdaderamente somos una sociedad desheredada, la banalidad de los acontecimientos es insaciable, lo mismo es la vulgaridad al presentar unas campanadas por televisión, mostrando una estampita de una vaca o el adelanto de una cabalgata, sin duda la cultura woke, va tomando camino. Es lo que se pretende, convertir las navidades en una fiesta de carnaval, con entretenimientos ridículos, conformistas y mediocres, para no profundizar en lo verdaderamente esencial de estos días, que Dios nace y quiere habitar en el corazón de la persona.
Siempre ha tenido una gran devoción por los Reyes Magos, esos sabios buscadores, me impresiona y me conmueve los que el Rey Baltasar regala al Niño Jesús, la mirra, anunciando así el sufrimiento de Jesucristo para salvar a la humanidad. Estos magos nos han enseñado el camino, buscando el Reino de Dios y su justicia, el amor, la verdad y la belleza.
En palabras de Benedicto XVI, en el encuentro que mantuvo con los artistas, afirmaba: “Este mundo en el que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza como la verdad, es lo que pone la alegría en el corazón del hombre; es el fruto precioso que resiste la usura del tiempo, que une las generaciones y las hace comunicarse en la admiración…la belleza auténtica, en cambio, abre el corazón humano a la nostalgia, al deseo profundo de conocer, de amar, de ir hacia el Otro, hacia el más allá. Si aceptamos que la belleza nos toque íntimamente, nos hiera, nos abra los ojos, redescubrimos la alegría de la visión, de la capacidad de captar el sentido profundo de nuestra existencia, el Misterio del que formamos parte y que nos pueda dar la plenitud, la felicidad, la pasión del compromiso diario”.
“Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima” Jn 1,39. Ser de Jesús, estar con Jesús y quedarnos con Él. Esto no va de adelantar la cabalgata e interpretar la meteorología, esto va del amor, de la verdad, del perdón, de la misericordia, de la justicia y de la belleza. Quizás nadie nos ha enseñado lo verdaderamente importante, lo cierto, que habitamos en una sociedad desarraigada, donde el tiempo se expresa en la comedia de los días, acostumbrándose a la vulgaridad y a la mentira, conformándose con la mediocridad más absoluta.
Es momento por tanto de anunciar la Buena Notica y preguntarnos ¿qué es hoy para mí la buena noticia? .Ojalá cada día en nuestra vida sea una epifanía, un verdadero paso de Dios, un encuentro íntimo y profundo, donde el bien, la bondad y la verdad tomen la palabra de nuestra vida. Este es el escándalo de los poderosos, que Dios se manifiesta entre la fragilidad y la ternura.
“La necesidad de la verdad es la más sagrada de todas” Simone Weil.
Alberto Diago Santos