Amar como Cristo, el reto de la caridad

Cambiar el mundo

Sin Autor

Empiezas a querer a tus hermanos cuando en lugar de juzgarlos por sus miserias, te apiadas de ellas. Cuando las suyas te duelen como propias. Cuando por muy graves que te parezcan las del prójimo sabes que sin la gracia de Dios las tuyas podrían haber sido mil veces peores.

Solo entonces, empiezas a querer de verdad a los demás. Y eso es solo el principio del amor.
Ahí empiezas a vislumbrar que esa compasión que sientes es una ínfima parte, casi despreciable, comparado con el amor que Dios te tiene.

Que Dios, lejos de solamente apiadarse de tus miserias, se las ha imputado a sí mismo. Él, que era inocente y que no merecía castigo, ha pagado voluntariamente por tus faltas, para que tú no pagaras por ellas, por puro amor para contigo.

Cuando empiezas a ver esto, siquiera acercarte a comprenderlo, es imposible aguantar la mirada, sin mostrar infinita gratitud, ante un crucifijo con un cristo agonizante que llevó el amor por ti hasta el extremo.

¿Cómo no disculpar al prójimo cuando uno se siente amado así, cuando ha conocido tantas veces el perdón de Dios y experimentado su misericordia en su propia vida?

¿Cómo no disculparle cuando eres consciente de que Dios ha perdonado tus vergüenzas?

Convertid las faltas del prójimo, no en motivo de escándalo, sino en ocasión de conversión personal y de oración por los que amáis.

Y cuando dominéis esto, habréis empezado a amar a los vuestros y aún os quedará amar a vuestros enemigos. Dar la vida por ellos es aún más difícil.

@Vetustensis