Cómo puedo vivir la Teología del Cuerpo desde el noviazgo

Noviazgo

Sin Autor

El noviazgo puede ser una de las grandes etapas de la vida. También, una de las más desafiantes. Es un tiempo de descubrimiento, crecimiento y preparación para algo más grande: el matrimonio. El noviazgo no es solo un tiempo de espera, más bien es una escuela de amor y esperanza. Aquí te comparto algunos consejos prácticos para vivir esta etapa con propósito y profundidad.

1. El propósito: pensar en grande desde el principio

El mundo nos dice que el noviazgo es para pasarla bien, para probar si el otro es el indicado o simplemente para evitar la soledad. La Teología del Cuerpo nos recuerda que el amor no es algo que se experimenta a medias. El noviazgo tiene un propósito más alto: discernir si están llamados al matrimonio y a formar un hogar que refleje el amor de Dios.

Pensar en grande desde el principio no significa que deban vivir esta etapa con presión o seriedad excesiva, pero sí con una dirección clara. Hablen de sus valores, sus sueños y el tipo de vida que quieren construir. Pregúntense: ¿cómo nos estamos ayudando a crecer como personas y en nuestra relación con Dios?. Si se ven caminando juntos hacia un mismo horizonte, estarán construyendo su relación sobre roca y no sobre arena.

2. Amor verdadero: don de sí mismos

San Juan Pablo II decía que el ser humano solo se encuentra a sí mismo cuando se entrega por completo al otro. En el noviazgo y en cualquier otra etapa de la vida, el amor auténtico no se mide por lo que recibimos, sino por lo que damos. Esto significa salir del egoísmo y buscar siempre el bien del otro. Por supuesto que necesitamos recibir amor y una relación no funcionaría si solo una de las partes se comprometiera a donarse. Si ambas partes se comprometen a la donación, entonces, hay una base sólida para el amor.

Amar también implica aprender a esperar. La castidad no es una lista de no hacer. Es una forma de amar respetando el tiempo y la dignidad del otro. Es decirle a tu pareja: «te amo tanto que te mereces un amor que se te dé por completo». Esa promesa es la que se realiza plenamente el día del matrimonio.

Por ello, el signo de la unión conyugal está llamado a expresar externamente la comunión de las personas que se ha ido construyendo en el noviazgo. Practicar la castidad en el noviazgo fortalece la confianza y construye una relación que se basa en la comunión de personas.

En la práctica, la castidad no es meramente buscar actividades que los distraigan para no pensar en la unión conyugal. Más bien, es buscar actividades que los ayuden a construir esa comunión profunda, conocerse más y amarse aún más: orar juntos, compartir juegos de mesa que permitan la comunicación y el desarrollo de habilidades, imaginar proyectos y criterios para llevarlos a cabo, etc. La espera tiene sentido cuando entienden que están invirtiendo en un amor duradero.

3. Aceptación mutua: un puente hacia el amor maduro

Una relación sana se construye sobre la verdad. Hablar abierta y sinceramente sobre sus sueños, temores, heridas y expectativas es vital. No teman mostrarse vulnerables. La transparencia es la base de un amor que busca reflejar la verdad de Dios.

Junto a la comunicación, viene la aceptación. Nadie es perfecto y aprender a amar las diferencias del otro es un desafío que vale la pena. Esto no significa tolerar actitudes dañinas; sí, tener la paciencia de acompañar al otro en sus luchas y debilidades.

Un ejercicio práctico: reserven un momento cada semana para un «chequeo» de la relación. ¿Cómo se sienten? ¿Qué podrían mejorar? Háganlo con amor y sin reproches. Y antes de hablar sobre algo que te moleste, piensa primero en tres cosas que admiras de tu pareja. Esto ayudará a suavizar cualquier conversación.

4. Dios en el centro: la clave para un amor pleno

El amor humano es un reflejo del amor divino. Por eso, integrar a Dios en tu relación no es una opción, es una necesidad. Un noviazgo vivido desde la fe no solo une corazones, sino que los eleva hacia un propósito eterno.

Empiecen por lo más básico: oren juntos. Una oración breve al final del día puede ser un pequeño gesto con un impacto enorme. También, pueden asistir juntos a misa, leer un pasaje de la Biblia o reflexionar sobre algún tema espiritual que les ayude a profundizar en su fe y en su relación.

Una idea: elegir un santo patrón para su noviazgo, alguien cuyo ejemplo los inspire. Tal vez San José y la Virgen María, como modelo de pureza y entrega o San Juan Pablo II, que entendía el amor humano como una vía para experimentar el amor de Dios. Además, incluyan a Dios en sus decisiones importantes. Antes de dar un paso grande en su relación, pregúntense: ¿esto nos acerca más a Él y a Su plan para nosotros?

Vivir la fe como pareja no significa que deban ser perfectos, pero sí que estén dispuestos a caminar juntos hacia la santidad. Cuando Dios está en el centro, Él transforma sus debilidades en oportunidades para crecer y amar mejor.

***

¡Que el amor de Cristo Esposo por su Esposa la Iglesia los anime en su caminar!

Vivir la Teología del Cuerpo desde el noviazgo no es fácil, pero puede ser profundamente gratificante a largo plazo. Es elegir amar como Cristo: con paciencia, pureza y entrega total. Así, cuando llegue el día de decir «sí» en el altar, ese amor será libre, total, fiel y fecundo.

El noviazgo, vivido desde esta perspectiva, no es solo una preparación para el matrimonio, es una forma de amar que transforma y da vida. Si te animas a vivirlo así, descubrirás que, lejos de ser una etapa de incertidumbre, es el prólogo de la mejor historia de amor que Dios quiere escribir contigo.

P. Elías Duff para Ama Fuerte