Esto ha ocurrido recientemente en una Catedral española.
Un guía turístico, que estaba explicando imágenes que hay en esa catedral, en un determinado momento, se mofó de lo absurdo que era y es ser mártir.
Alguno de esos comentarios le dolieron a un chico joven que, en la catequesis, le habían explicado recientemente el valor de dar la vida por los demás y entonces preguntó al guía: Perdone la pregunta porque es algo personal, pero ¿Usted daría la vida por defender la verdad? El guía turístico, inmediatamente, respondió: no, rotundamente no y, con cara de no haber querido tener esa breve conversación, animó al grupo de turistas a seguir visitando la catedral por su cuenta.
La pregunta es ¿Por qué o quién estaría dispuesto a dar la vida ese guía? ¿Por qué o quién estaría dispuesto a darla yo?
Puedo sorprenderme dándome cuenta de que puede que solo diera la vida por afanes pobres: un equipo de fútbol, un trabajo medianamente remunerado o pasar fines de semana de ocio. Por el contrario, también puede ser que quiera dar la vida a grandes ideales: espero que sea esta tu elección.
El problema, para muchos, es que no saben -ya que no se paran a pensar- dónde están malgastando su vida.
