Para ayudar a paliar la pobreza en general hace falta mucho más ingenio que burocracia política. Ésta última estará bien, en su justa medida, para gestionar los organismos o instituciones que lo necesiten. Y parto de la idea de que cualquier alarmismo se contrapone al desarrollo sobre lo que se pretende paliar – cambio climático, ideología de género, indigenismo, etcétera- por ese motivo, un mecanismo infalible para ayudar a los pobres, y me refiero a los pobres de extrema pobreza (Asia, África o Iberoamérica), es el uso indiscriminado del ingenio. Si a esto le unimos la voluntad y la caridad, la fórmula casi se convierte en Ley.
Con la intención de demostrar lo que acabo de decir les voy a presentar al señor Muhammad Yunus. Nació en Bangladesh en la primera mitad del siglo XX, en aquel momento su país tenía un índice de altísima pobreza. Yunus se formó en India y en Estados Unidos, donde se doctoró, gracias a una beca Fulbright. En el año 1971 vuelve a Bangladesh, que acababa de tomar la independencia, poco antes de estallar una hambruna.
La muerte era tan habitual por todo el país, que se conmovió y empezó a dar dinero de su bolsillo a mujeres misérrimas que eran incapaces de soportar ningún crédito bancario. En aquel momento Yunus era el director del departamento de economía rural de la Universidad de Chittagong.
Poco después, adquiere fama por crear los microcréditos y el Banco Grameen (1983) conocido como “Banco de los Pobres”. En el siglo XX había ayudado a salir de la pobreza extrema a dos millones ciudadanos de su país. Los microcréditos no se repartían a una persona sino a cinco, que lo asumían de forma solidaria con el compromiso de devolver la cantidad más un interés, cuando pudieran, y de esta forma poder labrar sus tierras y cultivarlas.
El 94% de los microcréditos se los concedió a mujeres – más responsables que los hombres, según Yunus-, a quienes se le exigía algo insólito hasta el momento para cualquier banco: se debía ser “demasiado pobre” para merecer el crédito.
Yunus fue galardonado en 1998 con el premio Príncipe de Asturias y en 2006 con el Premio Nobel de la Paz. El banquero decía, como razón difícilmente refutable, que confiaba en el enorme potencial de cada ser humano. Ha logrado redimir de la pobreza total a millones de hambrientos sin la necesidad del apoyo de otros bancos. Guarda una estrecha relación con la reina doña Sofía gracias a la Fundación Reina Doña Sofía; les unió la entrega por los más desfavorecidos y desde entonces comenzaron a reunirse dos veces al año. En 2011 se vio obligado a dejar la presidencia del banco tras una campaña de desprestigio, aun así, nuestra reina no dejó de apoyarle.
En la Edad Media para arreglar un problema como el que se encontró Yunus en su país se habrían generado revueltas sangrientas para quitar el dinero a los ricos. En el siglo XIX se habrían fomentado las improductivas y absurdas colonias comunales fomentadas por Robert Owen o los falansterios de Charles Fourier – iniciadores del socialismo utópico-. En el siglo XX se recurrió al colectivismo soviético que fue más sanguinario que económico y liberador. Por lo dicho hasta ahora, no me podrán negar que la iniciativa de Yunus supuso un cambio histórico en materia económica y humanitaria.
Muhammad Yunus tiene en la actualidad 84 años y desempeña el cargo de Presidente interino de Bangladesh. Tras las revueltas que hubo el pasado verano, con cientos de muertos, provocadas por el fraude electoral, tuvo que aceptar el puesto, aunque en un primer momento se negó. Intentará un último proyecto que pretende fundar un banco de patentes para empresas sociales en países en vías de desarrollo. No sabemos si le dará tiempo, pero sin duda su labor es, y ha sido, inmensa en favor de la ayuda de los más pobres.
Que sirva como precedente para el siglo XXI, y venideros, el coraje del señor Yunus. Como dije al principio, en muchas ocasiones, más que decisiones políticas, se necesitan decisiones personales.
José Carlos Sacristán