Hecaterina

Catequesis

Javier Pereda Pereda

El próximo 25 de noviembre celebramos a una de las patronas de Jaén, santa Catalina de Alejandría. Su nombre proviene del griego, “katharos”, que significa “pura”. En griego se conoce como Hecaterina. Catalina es la forma latina de esta palabra helénica con el sufijo -ina. Otras derivaciones de este nombre corresponden a variantes anglosajonas y eslavas: Karina, Karen, Katarina, Katia, Katiuska.  La catalina es el plato grande de la bicicleta donde se engancha la cadena.

Los datos que tenemos de esta joven alejandrina provienen de antiguos escritos griegos y de uno árabe; su figura y leyenda se difundió en Occidente a partir del siglo XIII. La breve vida de Catalina —murió mártir en el año 303 con 18 años— presenta una gran actualidad y muestra un modelo atractivo. Mujer joven, laica, humanista y mártir por defender la Verdad.

En más de una ocasión nos habremos preguntado por qué esta noble, bella, rica, docta y valiente intelectual ha dejado huella en el Santo Reino. El Castillo de Jaén está dedicado a esta santa, originaria de la icónica ciudad de la cultura y el saber, con su legendaria Biblioteca. En nuestra Catedral, la joya del Renacimiento, que mandó construir el rey Fernando, existe una abundante presencia de su figura: en la fachada de Eufrasio López de Rojas, en la parte superior de la Puerta del Perdón; en una tablilla del retablo de la capilla de San José; también está esculpida en distintas bóvedas.

La antigua devoción de Jaén a santa Catalina fue impulsada por los dominicos quienes pusieron en 1382 bajo su advocación el convento. En 1629 este Convento de Santo Domingo sería la sede de la Universidad de Santa Catalina Mártir. Además, un Instituto de Enseñanza Secundaria hace honor a esta brillante estudiante.

Jaén es la provincia con mayor número de mujeres, 3.393 (6,69%), que llevan el nombre de su patrona, superada por las Islas Baleares (22%). El responsable de que santa Catalina tenga tanto arraigo en Jaén es el rey castellano Fernando III “el Santo”, quien también debería considerarse su patrono. En 1246 se encomendó a ella para conquistar la ciudad y la declaró su protectora.

La leyenda nos relata que el emperador Maximino promulgó un edicto en el que ordenaba ofrecer sacrificios a los dioses. Entonces Hecaterina se presentó en el templo y con respeto interpeló al emperador, e intentó que conociera al único Dios verdadero. El emperador (aquí se le denomina Majencio) organizó un debate religioso-filosófico con los 50 sabios de Alejandría. La joven ilustrada convenció a todos ellos, incluyendo a la emperatriz Augusta y el tribuno Porfirio, quienes acabaron recibiendo el bautismo del martirio.

En aquella época funcionaba la Escuela catequística de Alejandría, también llamada en griego “Kidaskálion”, uno de los primeros centros teológicos del cristianismo, con escuelas filiales en Cesarea de Palestina y en Panfilia, que llegaron a rivalizar con Constantinopla. Algunos representantes fueron Clemente de Alejandría, Orígenes, Gregorio Nacianceno, Atanasio, Cirilo de Alejandría, Jerónimo y Basilio.

Al igual que ocurre ahora, el abuso de poder quiso silenciar la libertad religiosa de Hecaterina, prometiéndole que la nombraría emperatriz si se retractaba de su fe. Por permanecer fiel a la verdad cristiana, que había alcanzado mediante la razón y el estudio de la filosofía, fue encarcela, sometida al castigo de azotes y a la rueda de púas, cuyas cuchillas se rompieron de forma milagrosa, y finalmente fue decapitada. De su cabeza, en vez de correr sangre, brotó leche. Se la representa con los signos de su martirio: la palma de la victoria, la espada y la rueda como instrumentos del sufrimiento. Además, con una aureola de tres colores: blanco por la pureza, verde por la sabiduría y rojo por el martirio.

Hecaterina nos enseña la valentía para dar a conocer a Jesucristo, y para ello se necesita el estudio y la formación; en algunas representaciones se incluye un libro. Esa misión apasionante recae especialmente en la gente corriente que desarrolla su trabajo en medio del mundo, entre ellos los jóvenes con su testimonio coherente. Como los primeros cristianos, todos estamos llamados a ser santos.

En la vidriera de la capilla de Santa Catalina del Castillo, que se divisa al cruzar el arco de la torre albarrana, se muestra el Santo Rostro. Hecaterina nos invita a ser fieles a la Verdad, aunque nos acarree la muerte.