Entrevistador: Ramón Fernández Aparicio
Este 2024 tuvo lugar el VII Concurso de Novela que organiza la editorial Didaskalos en Madrid. El galardón lo mereció el chileno Juan Ignacio Izquierdo Hübner, por la novela humorística y romántica titulada “Todos los caminos conducen a Claudia”. El autor tiene 32 años, es sacerdote, abogado, doctor en Teología y trabaja como capellán en dos colegios de Santiago de Chile. La novela está disponible en algunas librerías y puede comprarse a través de la web de la editorial.
Ramón: Juan Ignacio, ¿de qué trata la novela?
Juan Ignacio: Pero la leíste, ¿cierto?
Ramón: Sí, pero te pregunto porque seguro que tú la explicas mejor…
Juan Ignacio: Vamos a ver. La novela (158 páginas) trata de un romano (del siglo XXI) que se enamora de una chilena encantadora (valga la redundancia). Y… en resumen, digamos que se pasa muchas páginas intentando conquistarla.
Con este libro prometo alguna risa, una historia de amor algo rocambolesca y un tour por la Ciudad Eterna.
Ramón: ¿Esperabas ganar el concurso?
Juan Ignacio: Empecé a escribir el relato al poco tiempo de llegar a Roma para estudiar Teología. Eso fue el 2018. En el año 2022 envié el proyecto a unas diez editoriales. La buena noticia fue que me respondieron cinco. La mala fue que me escribían para decirme que no. Así que seguí mejorando la historia, puliendo escenas, pidiendo a amigos que volvieran a revisar los capítulos, y así. El 2023 me presenté a un concurso y perdí. Este año me presenté en Didaskalos, no sé cuántos concursantes participaron, espero que más de uno por lo menos; en mayo me dijeron que había ganado, y hace unos días efectivamente se publicó.
Ramón: Dices que conociste a una pareja y que querías trasvasar su historia de amor a un libro. Pero no me quedó claro si eso es real o inventado.
Juan Ignacio: Te dejo con la duda parece.
Ramón: ¿Entonces es todo ficción?
Juan Ignacio: Esta entrevista también podría ser ficticia…
Ramón: Me rindo.
Juan Ignacio: Me alegro.
Ramón: Vamos a otro tema. ¿Por qué el título?
Juan Ignacio: Me gustó porque tiene varias cualidades: primero, es un endecasílabo. Segundo, alude al típico aforismo de Roma, y tercero, da pistas sobre el romance que encontrará el lector. Ahora bien, el título también tiene sus limitaciones, por ejemplo, una que me hizo ver mi amigo Carlos Piana, es que pareciera sugerir un cierto fatalismo en el destino del protagonista. Pero, bueno, al entrar en la novela, uno se da cuenta que las exageraciones son parte de la escenografía.
Ramón: La novela claramente tiene tres grandes temas: Roma, el humor y el romance. Vamos con lo primero: ¿Qué libros destacarías sobre Roma?
Juan Ignacio: Leí muchos para documentarme. Destacaría tres: el de Javier Martínez Brocal, “El Vaticano como nunca te lo habían contado”; el de Juan Claudio de Ramón, “Roma desordenada”; y el de Anthony Doerr, “Un año en Roma”. Pero hay varios más muy buenos, como el de Enric González, “Historias de Roma”.
Ramón: Llama la atención la cantidad de humor que tiene la novela. ¿Fue tu propósito principal?
Juan Ignacio: Me interpela la pregunta sobre qué es aquello que nos hace reír, porque es importante encontrar el lado divertido de las cosas, ¿no? Además, en Chile hay tradición de humorismo, por ejemplo, con el poeta Nicanor Parra, cuya obra es graciosísima
Ramón: En cuanto al tercer tema, me llama la atención que escribas sobre un romance siendo sacerdote. ¿Qué opinas de eso?
Juan Ignacio: Mi perspectiva tiene virtudes y debilidades, por supuesto, y es probable que hayan quedado algunos puntos ciegos en la historia. Soy muy consciente de eso. Ahora bien, me gusta leer y leyendo he ganado mucha sensibilidad por las cosas humanas. Recuerdo, por ejemplo, un Zoom que pedí a Lucía Martínez Alcalde, una escritora española, para que me recomendara libros para el verano. Gracias a ella leí unos cuantos, como “Suite francesa”, de Iréne Némirovsky, o “Jane Eyre”, de Charlotte Brontë. Los gocé. Pero mi novela no sigue un estilo distinto: pretende descubrir la caricatura, la anécdota, la belleza escondida en los pequeños asuntos de una vida corriente.
Ramón: Entiendo que empezaste a escribir la novela mientras eras laico y la publicas ya siendo sacerdote. ¿Te ha ayudado el sacerdocio en el ejercicio creativo?
Juan Ignacio: Buena pregunta. Mucho. Primero, porque soy más consciente de que el Espíritu Santo es quien inspira la labor artística. Segundo, ahora estoy más expuesto al humor. Te cuento una anécdota del colegio Almendral de La Pintana, donde trabajo los jueves y viernes, aunque es un poco insolente. Estaba en la puerta de la capilla, saludando a las alumnas que pasaban por la zona durante el recreo. Muchas niñas chicas dicen querer “saludar a Jesús”, o simplemente persignarse con el agua bendita (y a veces lavarse la cara). De pronto, llega una niña de unos seis o siete años corriendo y se me queda mirando fijamente.
—¿Hola? —pregunto.
—Hola —responde ella, con una voz tímida.
—¿Quieres preguntar algo?
—Sí.
—Dale, pregunta con confianza.
—¿Padre?
—Sí, dígame…
—¿Cómo es que le ha crecido tanto la nariz?
(Silencio. Yo barajando opciones. Al final decido pensar que le acaban de dar una clase sobre Pinocho).
—No te preocupes, esta nariz la he tenido así siempre.
—Ah, ¡gracias!
Y se fue corriendo a seguir jugando con las amigas en el patio.
Este tipo de cosas me ocurren con frecuencia. A eso me refiero con que estoy más expuesto al humor.
Ramón: Simpática la anécdota. Para cerrar: ¿Tienes algún otro proyecto literario en mente?
Juan Ignacio: En la línea del amor, ahora quisiera escribir un ensayo sobre la formación afectiva de los jóvenes. Pero prefiero no adelantarme a los acontecimientos. Gracias por preguntarme, y por toda esta entrevista. Fue un agrado.