JC 09/11/2024
Releo la encíclica del Papa Benedicto, Dios es amor. Ciertamente el eros griego y la erótica moderna reflejan que en esto del amor hay algo divino, como aspiración, inspiración o explosión; esto no es ajeno al cristianismo, pero es incompleto si no va acompañado y asumido por el agapé, que no busca el bien propio sino el bien de la persona amada.
En este sentido, el eros necesita voluntad, disciplina y educación. Sí, hay que educar para el amor, a los tres años, a los 15, a los 30 y a los 60. Distinguir el sentimiento del amor, el impulso de la reflexión, la maduración afectiva, el sacrificio propio de quien es fiel.
Nadie quiere y ha querido tanto al mundo y a cada uno como Dios, por mucho que le fallemos siempre permanece fiel. Pero también nos pide que le amemos no sólo de boquilla, sino con obras.
El matrimonio resulta ser imagen de la unión de Cristo y su Iglesia. En este océano de la palabras y desierto de las ideas, conviene saber de qué hablamos cuando usamos la palabra «amor». Recibo entrevistas para rellenar donde al poner sexo, me dicen si soy hombre, mujer o no binario o trans. La ideología de género ha recordado Papa Francisco es un ataque medular a la naturaleza humana; se niega a Dios, se niega nuestro componente espiritual y se acaba negando lo más material, el que todas nuestras células estén sexuadas.
Basta con ir a la peluquería y leer una de esas revistas del «cuore» para no querer usar la palabra amor en bastante tiempo. Pero hay un amor sublime, en los hombres y en Dios al que la encíclica nos empuja. Lo mejor leerla.