La catarsis que produce el tiempo en la mente del ser humano, también en el caso de Miguel Delibes, ha impreso carácter en este retrato de esposa, que es el tema elegido por el autor para darnos a conocer el temperamento del ser más importante en su vida.
Tras veinte años, Miguel Delibes presenta al lector lo que recuerda su alma de Ana, nombre ficticio de Carmen. Pero aunque inventa un nombre gran parte de lo que el lector lee no es fruto de la invención. Es fruto de la vida entre dos. Un homenaje a una mujer fuerte a pesar de su apariencia desprotegida, endeble.
La disculpa, un cuadro que recoge su imagen. O mejor, el rescoldo del amor que ha purificado los recuerdos del esposo. Ningún aspecto negativo. Es una novela de protagonista amado. Los tendría seguramente. Pero parece que el tiempo ha desdibujado aquello que pudiera molestar y ha perfilado con acierto lo bello y lo bueno. Nada de rencor. Todo admiración.
Un monumento a la mujer discreta que sabe poner su persona al servicio de su familia y crecer en el aprecio de los suyos, por su dedicación a ellos y por su entrega silenciosa. Parece que fue feliz. Entonces, supo escoger, acertar.
Ana, o Carmen, eligió abandonar los estudios universitarios para acompañar a su esposo, para no depender de un trabajo propio, para estar disponible para sus hijos. Los pros y los contras todos los vemos. Sus hijas recibieron el estímulo necesario, el impulso para acabar sus carreras. ¿Podría interpretarse como un arrepentimiento personal? ¿Sería más bien la percepción de que la sociedad española estaba cambiando y que a la mujer del siglo XXI se le pediría además un trabajo profesional?
Para sus hijas, para las mujeres que trabajan en la España del tercer milenio, la vida es más complicada. Todas desearían un homenaje como el de Señora de rojo sobre fondo gris al final de sus días. Un rendido homenaje de amor como correspondencia a tanta entrega. Pero parece que hoy, una mujer admirada es aquella que además de atender a su familia triunfa en el mundo profesional. ¿Demasiado estrés?
Ana, o Carmen, fue feliz y lo que es tan importante, hizo feliz a Miguel Delibes y a sus hijos. Ese el mensaje último que Miguel Delibes encierra en 112 páginas llenas de idas y venidas por los pasillos de las alegorías, de las sinestesias, mientras el pasado se superpone al presente, que es la ausencia del ser amado.
Una buena reflexión sobre lo que de verdad importa entre un hombre y una mujer.
Reseña publicada en Club del lector