Genealogía de una barbarie: el aborto

Cambiar el mundo

Sin Autor

“Aplicaré mis tratamientos para beneficio de los enfermos, según mi capacidad y buen juicio, y me abstendré de hacerles daño o injusticia. A nadie, aunque me lo pidiera, daré un veneno ni a nadie le sugeriré que lo tome. Del mismo modo, nunca proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo”.

De esta forma tan contundente está escrito en el Juramento Hipocrático uno de sus principios clave. El Juramento es del siglo V a.C., y fue postulado por Hipócrates, quien es considerado el padre de la medicina. En la segunda parte del párrafo escogido, en negrita, dice claramente que no dará veneno a nadie que se lo solicite, en clara referencia a la eutanasia. Y a continuación, expone que nunca proporcionará a ninguna mujer ningún ungüento abortivo.

Si estas cosas las tenían tan claras en el siglo V a.C., ¿por qué en la actualidad el sentimiento es el opuesto?. El problema apareció en la segunda mitad del siglo XX con feministas conocidas como Simone de Beauvoir, que siguió la estela de las reivindicaciones femeninas de finales del siglo XIX, vindicaciones que nunca fueron a favor del aborto, sino del las igualdades sociales, como las condiciones laborales y el sufragio universal.

El primer intento de legalizar el aborto surgió con la revolución iniciada en Rusia en 1917 por Lenin. Con la intención de liberalizar a la mujer, se fomentó el “amor libre”, lo que se tradujo en un aumento de las relaciones sexuales sin compromiso alguno. El resultado fue desolador, en solo tres años el crecimiento de embarazos extramatrimoniales fue exponencial, y con la intención de erradicar los embarazos no deseados se aprobó el aborto el 16 de noviembre de 1920. Aparte de la barbaridad intrínseca, lo que esto supuso fue que no se intentó limitar la promiscuidad, sino que la solución fue emplear el aborto legal como método anticonceptivo.

Como continuación a la denigración moral de la Rusia revolucionaria, surgieron “pensadoras” como la señora Simone de Beauvoir, cuyas afirmaciones fueron tan extremas y repelentes que si no las hubiese dejado escritas, nadie, con un mínimo de sentido común, podría haber imaginado que una mujer fuese capaz de pensar así. Con respecto a la maternidad decía que las actividades de procreación y maternidad eran repetitivas y que hacían que la mujer no se diferenciase de los animales. En una entrevista a Betty Friedan dijo: “Ninguna mujer debería tener esta opción (maternidad). No debería autorizarse a ninguna mujer a quedarse en casa a cuidar de sus hijos (…), las mujeres no deben tener esta opción, porque demasiadas mujeres decidirían por ella”. Le disgustaba de forma vehemente que las madres quisieran cuidar de sus hijos.

Durante el siglo XX las pretensiones abortistas siguieron involucionando de forma alarmante con otras escritoras, filósofas o profesoras universitarias que llegan hasta nuestros días. Una de las más frases que más ha parafraseado toda la escuela que siguió a Beauvoir, fue una de ella misma, en la que soltaba la siguiente sentencia: “el aborto no es más que la eliminación de un parásito”.

Apelando a la cordura, debemos defender la biología ante todo, ya que, por otra parte, todos estos ideólogos que son tremendamente relativistas y reduccionistas, confían en la ciencia por encima de todo para quitarse de encima a la religión. Entonces, me pregunto que como pueden dudar de que en el momento en que se unen el gameto masculino o espermatozoide y el gameto femenino u óvulo, se produce un embrión con toda la contribución genética que ya tendrá para toda su vida. Por lo tanto, este embrión o cigoto no es en ese momento un ser humano en potencia, sino un ser humano con un gran potencial.

La explicación que acabo de dar es estrictamente científica sin posibilidad alguna de ser rebatida. Luego al potenciar el aborto, el ser humano retrocede hasta los tiempos de Esparta, donde se tiraba a los niños nacidos con malformaciones por el Monte Taigeto. Luego para explicar las bondades del aborto, hoy en día, sobran las de la madre pobre sin posibilidades económicas, las de los niños con malformaciones, e incluso el de la violación. Para todos los casos expuestos nuestra sociedad tiene soluciones materiales, por no hablar de las éticas y morales. Nadie podría negar que un niño nacido de una violación podría ser una persona de provecho y de gran ayuda para otras a lo largo de su vida.

Como conclusión, me remito al momento en que el aborto fue legalizado en Estados Unidos. El famosísimo caso “Rode vs Wade” supuso que en el año 1973 la Corte Suprema de Estados Unidos legalizase el aborto. La misma Corte anuló la resolución el 24 de junio de 2022, al demostrar que el aborto no era ningún derecho constitucional hacia la mujer. Y lo que es más importante, a mi juicio, es que se demostraron todas las mentiras e irregularidades de la demandante y de los doctores que impulsaron la legalización, así como la cantidad de clínicas clandestinas que se desmantelaron y que afloraron para tratar de forma inhumana a jóvenes abortistas sin recursos económicos. En fin toda una sinrazón equiparable a la legalización de Rusia del año 1920.

José Carlos Sacristán