Una experiencia misionera en África

Testimonios

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Siguiendo la llamada de D. José María Calderón, para el DOMUND de este año, he querido compartir en este blog, la experiencia misionera de una chica que conocí en la Parroquia del Carmen de Castellón, hace casi cinco años. Ni que decir tiene que, el rostro en toda su expresión, la mirada, y todo en su hacer estaba transformado mientras me explicaba parte de lo que aquí ha narrado. Creo que ha llegado el momento de evangelizar a cada paso. Pero que no se quede en palabras. Empieza hoy.

UNA EXPERIENCIA MISIONERA EN ÁFRICA

Este verano, he tenido la oportunidad de vivir una experiencia misionera de la mano de las Misioneras de la Caridad en Etiopía (África). Además, también estuvo guiada bajo el encuentro que tuvo Santa Teresa de Calcuta con la Sed de Jesús.

Nuestro día a día era una rutina muy sencilla, pero Dios se vale de eso para hacer grandes cosas. Lo primero que hacíamos, nada más levantarnos, era una Eucaristía con las «sisters» para empezar el día de la mano de quien nos lo regala y así también “coger fuerzas” para afrontarlo. Así pues, con el alma renovada y después de desayunar, empezábamos nuestros días en Etiopía. Por la mañana, salíamos de la casa para ayudar en unos campamentos que organizan las MC en pueblos vecinos. Allí, rezábamos, jugábamos y repartíamos un pequeño snack a los más de 500 niños y niñas que acudían solos cada mañana. Al terminar, volvíamos a casa para comer.

Sin embargo, nuestro día no acababa aquí; ya que las «sisters» tenían a mucha gente interna la cual precisa de cuidados, por lo que las tardes las pasábamos con ellos. Así pues, cada uno íbamos donde sentíamos que más nos llamaba el Señor en ese momento. Por ejemplo, con los bebés, a jugar con los niños o enseñarles inglés, a estar con las mujeres, hombres o con los enfermos.

Cuando empezaba a caer el sol, nos reuníamos de nuevo en la capilla de las «sisters» para rezar el Rosario y tener un rato de adoración al Santísimo, para acabar el día como lo habíamos empezado, de la mano de Jesús.

Para mí, estas semanas han significado mucho. Decía San Juan Pablo II que “la verdadera felicidad no se encuentra en la comodidad y placer, sino en el servicio a los demás”. En este tiempo, he experimentado una gran alegría sin tener nada, pero teniéndolo todo. Desde el primer momento, sentí un gran amor por toda la gente de allí, como si les conociese de toda
la vida. Como bien dice el nombre de este blog, yo también me llené de inmensa alegría en aquel lugar.

Por otra parte, allí la comunicación verbal era muy difícil ya que prácticamente nadie hablaba inglés, únicamente el idioma de allí, el cual nosotros no entendíamos. Entonces, descubrimos que el lenguaje del amor es el único en el mundo capaz de transmitir tantas cosas. El Señor me dio la gracia de amar sin medida, es decir, acogiendo a cada uno de los pobres que se acercaban a mí y viceversa, sin importarme nada más que esa mano, esa mirada, ese abrazo, porque sabía que detrás estaba Jesús.

La misión es vivir verdaderamente el Evangelio. Por ejemplo, hay uno muy bonito que es cuando Jesús separa a las ovejas y a las de la derecha les dice: “En verdad os digo que cuánto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” Y reflexionando, me doy cuenta que eso lo he vivido, con cada bebé al que me acercaba a calmar o a darle de comer o al visitar y hacerles compañía a los enfermos, entre otras muchas cosas. Pero esto, también se puede hacer en nuestro día a día con la gente que nos rodea, hacer pequeñas cosas con gran amor.

Reconfortador ha sido ver como cada día se te acercaban y amontonaban los niños para darte un abrazo y te llamaban por tu nombre para que fueras con ellos. Lo que estos niños no saben, es que ellos han sido felices pero yo también lo he sido viendo sus caras con una sonrisa cada día cuando les llamaba por su nombre, entre otras. Santa Teresa de Calcuta decía: “un corazón preparado para amar, son unas manos preparadas para servir”. Y un corazón preparado solo lo puedes tener desde la fe y la gracia que Dios nos concede a cada uno a través de la Eucaristía y así lo he sentido.

Por supuesto que han habido momentos difíciles, pero me he dado cuenta que Jesús siempre está, que nunca nos abandona. Sin Él, nada de nuestra vida tendría sentido porque el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros es infinitamente mejor que el nuestro, aunque muchas veces no entendamos lo que nos sucede y por eso la Iglesia nos recuerda lo que Jesús le dijo a Tomás, “dichosos los que crean sin haber visto”.

Para ir terminando, me gustaría recalcar y recordar que el centro de esta experiencia ha sido únicamente el Señor. Él ha sido quién la ha llevado de principio a fin. Jesús ha estado esperándome detrás de cada persona con la que me he cruzado, al igual que nos espera a cada uno de nosotros en cada situación que podamos vivir.

Simplemente decir ¡Qué poco es una vida para darla!

Teresa Castellet (20 años), Etiopía y MC siempre estarán en mi corazón.

Publicado en el blog del P. Antonio María Domenech «Se llenaron de inmensa alegría»