Por Daniel Tirapu
Vi estos días a un viejo amigo, le noté un poco tembloroso, pensé que estaría tomando algún medicamento, pero me confirma otro que tiene un incipiente parkinson con 42 años… llamo a otro amigo y el cáncer de su madre parece que no para, se me echa a llorar. ¿Qué decir? Nada.
El dolor, los males físicos y morales, las injusticias, suelen ser el primer obstáculo para creer en Dios. A veces, muchas también, suelen ser el momento de plantearse el sentido de la vida. El mal, el dolor, duele, seas creyente o no. ¿Por qué, por qué? ésta debería ser la primera educación de la ciudadanía. Antes o después te topas de bruces con él. Cómo un Dios que decís que es tan bueno, nos trata así. Parece como si te pusiera un caramelo y cuando lo vas a tomar, zas… te lo quita. Nacer es empezar a morir. Rezo por estas personas y a veces hasta uno se puede enfadar con Dios…díselo, dile que no entiendes.
Pero en primer lugar Dios nos ha hecho libres y por tanto con la posibilidad de hacer mal a uno mismo y a los demás y en segundo lugar el dolor debe tener algún sentido que quizás en otra dimensión entendamos. C. S. Lewis decía que el dolor es el altavoz de Dios, porque si no nos olvidamos de El. No hay amor sin dolor. También es profundamente misterioso que Dios Padre envíe a su Hijo a una muerte de cruz, ignominiosa, dura, injusta, donde no se reconocen las facciones del Hijo. No bastaba con que se hubiese hecho hombre, con que naciese pobre? Parece que no.
Pero la muerte y el dolor no vencen, vence el amor y la Resurrección. Que dolor el de una madre que ve morir a su hijo, y más en una cruz, siendo el más inocente de los nacidos. Mater dolorosa enséñanos a sufrir amando y amar sufriendo.