Mi vocación

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Sin Autor

“Escuché la voz del Señor que me llamaba y respondí: ¡Aquí estoy Señor, envíame a mí!»

Mi enamoramiento a la vida religiosa fue a temprana edad, en un día que jugaba en la calle a una cuadra de mi casa. Cerca de allí vivía una señora a quien solo conocía como doña Fermina, miembro de la iglesia católica a la cual asiste mi abuelita. Lo único que sabía de ella, era que tenía dos hijos, pero nada más; ese día interrumpió nuestro juego un vehículo que iba a pasar en la calle en donde yo jugaba con otros niños del vecindario, nos hicimos a un lado para que pasara el vehículo, se estacionó frente a la casa de doña Fermina.

Del vehículo descendió una religiosa, vestida con habito de color oscuro, no recuerdo exactamente el color, pudo haber sido café o corinto, ese día fue la primera vez que yo veía a una religiosa. Ella me miró y sonrió amablemente, podría llamarle a eso, mi flechazo a la vida religiosa, experimenté una alegría, que no había sentido jamás, yo no dejaba de verla hasta que entró a la casa de su mamá. Ese incidente me hizo perder el interés por el juego y me senté a esperar a ver si salía, pero se hizo tarde y tenía que regresar a mi casa, así que me fui, pero no dejaba de pensar en ese encuentro casual.

Cuando yo tenía catorce años falleció mi mamá de cáncer, recién sucedió este hecho un día llegaron dos religiosas de la Congregación Madres de Desamparados y San José de la Montaña a ofrecer ayuda a mi abuelita para que dos de mis hermanas y yo pudiéramos continuar nuestra educación escolar, pero yo no acepté porque tenía la intención de apoyar a mi abuela en el cuidado de mi hermana menor, que para ese entonces tenía ocho meses de edad; el conocer a estas religiosas, no causó ningún impacto en mí.

Dos de mis hermanas ingresaron al Hogar de Niñas San José de la Montaña y cuatro años después la más pequeña. Yo me enfoqué en trabajar y estudiar, en ese devenir del tiempo pasaron muchas cosas. Estuve depresiva por el fallecimiento de mi mamá y por el rechazo que sufría de un grupito de jóvenes que se reunía por una de las calles en donde yo transitaba. Al pasar se burlaban de mí, me decían fea y muchas cosas ofensivas que lastimaba mi autoestima, por lo que siempre al salir a la calle, mis únicos amigos eran los auriculares, me los ponía para disimular que no escuchaba la agresión verbal de que era objeto, pero al estar sola lloraba inconsolablemente.

Un día viernes mi hermana mayor, me solicitó apoyo para ir a traer al Hogar de Niñas San José de la Montaña, a mi hermana pequeña de nombre Flor de María. Al llegar me abrió la puerta Madre Sonia, quien vestía un hábito de color negro, la saludé, luego me di cuenta que ella me miraba como queriendo decirme algo y de repente me dijo: ¿tú quisieras ser religiosa?, sin vacilar contesté que sí, pero que necesitaba informarme. Ella me pidió mi número de teléfono para compartirlo con la Madre de la Congregación, encargada de las vocaciones religiosas, quien me llamaría en horas de la tarde. Dudé de recibir la llamada porque pensé, ella tendrá mucho que hacer y se le va a olvidar.

A eso de las seis de la tarde, Madre Sonia me llamó y me dijo que me esperaba al otro día a las ocho de la mañana en el Hogar de Niñas, para irme a presentar con Madre Victoria, quien se encuentra a cargo de la Residencia del Adulto Mayor San José de la Montaña, otra obra social de la Congregación de Madres de Desamparados y San José de la Montaña. Llegué tal como habíamos acordado, nos dirigimos a la Residencia. Ya Madre Victoria nos esperaba, recibiéndonos con una sonrisa amigable; nuevamente volví a sentir la emoción que experimenté de pequeña, cuando por vez primera vi a una religiosa, en ese lugar experimenté una gran paz y tranquilidad.

Madre Victoria me invitó a conocer las instalaciones de la Residencia del Adulto Mayor, mientras caminábamos me hacía preguntas sobre mis intereses personales y planes de vida a mediano plazo. Ese día viví mi primera experiencia de servicio, tuve la oportunidad de ayudar a comer a una adulta mayor, a quien cariñosamente le llamaban Carmencita. Era una persona no vidente, yo estaba un tanto nerviosa por la gran responsabilidad de evitar que se ahogara por lo que le daba la comida en poca cantidad y muy despacio.

Recibí la invitación de continuar visitando la Residencia, cada vez que tuviera descanso en mi trabajo, en efecto así lo hice. Pasado algún tiempo, tomé la decisión de vivir una experiencia vocacional, hecho que sucedió el 3 de enero del 2021. Hablé con mi abuelita y mis hermanos, para compartirles mi decisión y ellos estuvieron de acuerdo. Mi abuelita lloró de alegría y de tristeza, porque pensó que ya no iba a verme con frecuencia.

Durante mi estancia en la Residencia aprendí mucho, especialmente en el área de la doctrina de la iglesia católica, debido a que yo no sabía rezar ni siquiera el Padre Nuestro, porque yo no iba con frecuencia a la iglesia. Un grupo de señoritas aspirantes y Madre Victoria, tuvieron mucha paciencia para enseñarme.

Estuve en la Residencia como aspirante por espacio de año y medio, durante mi proceso se evidenció que debía madurar un poco más y que debía tener experiencia laboral, así que regresé a casa con mi abuela y empecé a trabajar.

Un día salí muy temprano de mi trabajo, iba caminando muy lento, al pasar frente a la iglesia cerca de donde laboraba vi que estaba abierta, apresuré el paso, habiendo avanzado varios metros sentí la sensación de que alguien me dijo regresa y entra. Al entrar a la iglesia me senté en la última banca, de repente empecé a llorar, había un sacerdote hablando con una señora, al verme empezó a caminar hacia mí, por lo que tomé la decisión de salir apresuradamente.

Llegué a la casa de mi tía, me fui a mi habitación y pasé llorando toda la tarde. Yo sabía que Dios estaba obrando en mi vida, estaba ablandando mi corazón de piedra, que siempre ha estado conmigo en los momentos difíciles de mi vida, y que cada vez que he caído o he pasado por situaciones familiares difíciles, Él me ha dado la fuerza para levantarme y seguir adelante.

A partir del suceso relatado con anterioridad me sentía muy ansiosa, con falta de paz, a la semana siguiente me llamó mi hermana mayor y me pidió que fuera a traer a mi hermanita Flor de María al Hogar de Niñas San José de la Montaña. La recepcionista del Hogar de Niñas, de nombre Ángela, le informó a madre Sonia que yo había llegado. Cuando nos encontramos la abracé y lloré mucho; estuvimos conversando un buen rato acerca de mil últimas experiencias de vida.

Tiempo después fui llamada por Madre Imelda, la directora del Hogar de Niñas, quien me hizo una oferta de trabajo, para ocupar el cargo de recepcionista, porque la que estaba se iba a retirar. Le expresé a la Madre mi agradecimiento y acepté ya que me ofrecían condiciones de trabajo superiores a las que en ese entonces tenía.

En el mes de noviembre del año 2022 empecé a trabajar en el Hogar de Niñas San José de la Montaña como recepcionista.
En el Hogar de Niñas estuve trabajando por espacio de 9 meses, dentro de este periodo de tiempo, recibí el Sacramento de la Confirmación y aprendí a orar, también me sirvió para discernir mi vocación a la vida religiosa.

Cuando estaba limpiando la capilla, aprovechaba el momento para conversar con Dios, sobre mis sueños y temores, le pedía que me mostrara el camino que debía seguir para cumplir su voluntad; así también pedía la intercesión de la Beata Petra de San José, fundadora de la Congregación de Madres de Desamparados y San José de la Montaña.

En el mes de julio del año 2023 empecé a pensar que me gustaría regresar e iniciar nuevamente mi formación como aspirante y pedir una segunda oportunidad. Nuevamente Madre Sonia hizo el papel de instrumento de Dios y me dijo: hay que hablar con Madre Victoria.

La recepcionista me anunció con Madre Victoria, al abrir la puerta ella me recibió con una sonrisa y mucha calidez. Cuando le informé el motivo de mi visita se alegró y me dijo: si ya lo has pensado bien y es tu decisión, bienvenida seas a nuestra comunidad. Conversamos un largo tiempo y acordamos la fecha de mi ingreso, programándose éste para el día 14 de agosto, festividad de la Virgen del Tránsito. La primera actividad religiosa a la que asistí con las Madres fue al rezo del Santo Rosario el día 15 de agosto, festividad de Nuestra Señora de la Asunción, Patrona de la Ciudad de Guatemala.

En esta segunda oportunidad me sentí diferente, muy alegre y con mucho entusiasmo para iniciar mi formación religiosa, esta vez por iniciativa propia. El día 16 de junio del año 2024, tomé la Medalla del Postulantado de la Congregación de Madres de Desamparados y San José de la Montaña y aquí estoy con la intención de dejarme moldear por el Señor, y sembrar en el mundo el amor misericordioso al estilo de Madre Petra.

Testimonio de la Postulante Yenifer Mariana Díaz del Cid

Congregación Madres de Desamparados y san José de la Montaña (Guatemala)