Los sacramentos (I): El abrazo de Dios

Catequesis

Sin Autor

Hace unos días una chica joven me contaba maravillada cómo ir a Misa cada día le estaba cambiando la vida. Había un pecado que le tenía un poco atada, pero empezó a ir a Misa a diario y notó cómo se fue liberando, poco a poco, de ese pecado.

“Funciona” me decía. A mí no me sorprendió porque la Misa es un sacramento, uno de los signos a través del cual Dios nos diviniza, nos da su poder y su fuerza.

¿Qué es un sacramento?

Como dice el catecismo, es un signo sensible, instituido por Jesucristo, para darnos la gracia1

En este primer artículo nos vamos a fijar en la primera parte de la definición: signo sensible.

Signo sensible

Un signo es algo visible, sensible, evidente que remite o dirige a otra cosa más amplia. Es un modo sencillo de condesar información. Hay muchos signos que están presentes en nuestra vida cotidiana; no hace falta irse muy lejos. Los emoticonos de whatsapp, las banderas de los países, las señales de tráfico, levantar el pulgar… todos ellos son signos.

Una canción de Arde Bogotá dice, muy acertadamente, que la salvación puede estar dentro de un beso. No le falta razón: un beso pretende condensar con el cuerpo un “te quiero” escrito en el alma. Y es que los besos, a veces, son signos tan importantes que nos pueden cambiar el día e, incluso, la vida.

Importancia de los signos

En casa de Simón el fariseo el Señor da muestra de la importancia que da a los signos sensibles de afecto que se manifiestan en gestos muy concretos.2

Jesús, el hijo de Dios, conociendo y compartiendo nuestra condición humana, sabe la importancia que los gestos y las palabras, que los signos y los símbolos, tienen para nosotros los hombres. Por eso pensó en darnos su ayuda -su gracia-, en mostrarnos su cariño y su cercanía, precisamente, a través de ellos. Son signos que se pueden ver, oír, tocar, incluso comer…

¿Para qué los instituye Jesucristo?

Cristo instituye los sacramentos para que tengamos la certeza de su presencia acogedora, de su compañía incesante, de su acción salvadora en nosotros. Son signos sensibles porque nos dan la seguridad de haber recibido un don, aunque no siempre notemos sensiblemente sus efectos en el alma.

La gracia, al ser algo sobrenatural, no siempre es sensible, pero el canal por el que se nos transmite sí. El amor, al ser algo más profundo y más grande, nunca puede agotarse en un abrazo, por muy cariñoso que sea. Sin embargo, un abrazo es un modo de canalizar sensiblemente el amor3.

Tres ejemplos

Vamos a poner tres ejemplos y analizaremos, muy por encima, lo que es evidente y el misterio que pretender reflejar.

En el bautismo lo evidente -el signo- es el agua y el gesto de verterla tres veces sobre la cabeza junto con las palabras “yo te bautizo…”. El bautismo significa el lavado del pecado original y refleja el misterio de nuestra filiación divina, nos hace hijos de Dios. En el bautismo se nos entrega el Padre.

En la eucaristía lo que se ve es el pan y el vino que, con las palabras de la consagración, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Jesús se convierte en Alimento para el alma y el cuerpo, en compañero de nuestro peregrinar hacia el Cielo.4  

La Confirmación tiene como realidad evidente, las palabras “recibe por esta señal el don del Espíritu Santo” que junto con la unción en la frente con el aceite, tiene como efecto misterioso la recepción del Espíritu Santo, puro Don. En la confirmación se nos entrega el Amor de Dios, a tercera Persona de la Santísima Trinidad.

Es reflejo de la misericordia divina que Dios haya querido utilizar de cosas tan comunes para hacerse presente entre nosotros. El agua, el pan y el aceite son materias tan abundantes como lo es la gracia de Dios conseguida por la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Tesoro infinito y manantial inagotable del que bebe todo sacramento.

Cada signo concuerda con el efecto que quiere producir. El agua sirve para lavar y eso es lo que ocurre en el bautismo: se nos lava del pecado original. El pan es alimento. Así Cristo entrega su cuerpo hecho Pan para alimentarnos sobrenaturalmente. Por último el aceite es consuelo para las heridas y también resalta y embellece los cuerpos, como el Espíritu Santo pretende curar y embellecer nuestras almas.

En definitiva, los sacramentos son signos sensibles que nos muestran el amor misericordioso de Dios, son el abrazo de Dios al hombre que camina.

Lucas Calonge

 


  1. Los sacramentos son algo muy obvio (sensible) y a la vez borroso y misterioso como la gracia. Son una mezcla de misterio y evidencia, de carne y de espíritu.
  2. Cfr. Lc 7, 36-50. A parte de la escena de Simón el Fariseo, existen muchas otras escenas: La verónica que lavó el rostro de Jesús, María que rompió el vaso de alabastro sobre su cuerpo, las palabras de fe del buen ladrón en los últimos momentos de su vida, fueron gestos que llenaron a Jesús de consuelo y que Jesús alaba. El beso de Judas, sin embargo, le dolió profundamente: “¿con un beso, amigo mío, traicionas al hijo del hombre?” (Lc 22, 48).
  3. El ejemplo del abrazo o del beso, con las limitaciones que tienen todos los ejemplos, es bueno porque con la gracia de Dios ocurre igual. Dios ha establecido siete canales evidentes para darnos su ayuda o su gracia, pero ninguno de los siete canales agota la gracia, puesto que es algo infinito. Es más, Dios se ata dando su gracia siempre en cada sacramento, pero puede saltarse los sacramentos para darnos su gracia. Los sacramentos son caminos certeros y ordinarios, pero existen otros caminos, pues la bondad de Dios no tienen límites.
  4. La escena de los discípulos de Emaús es muy sugerente: Cristo Resucitado acompaña en el camino y les alimenta con la Palabra y el Pan Eucarístico (Lc 24, 13).