José Gil Llorca

Esta foto, que se ha hecho viral y que puede ser la foto del año, verdaderamente es impresionante. El surfista Gabriel Medina, en los Juegos Olímpicos de París 2024 logró una puntuación 9’90. Me parece que los jueces que calificaron su actuación perdieron la oportunidad de darle un 10. Viendo las imágenes, y el resultado final que capta la foto, es, además de una actuación deportiva perfecta, una imagen que quedará grabada en la retina de muchos para la historia.

Independientemente de cualquier otra consideración, al margen de lo deportivo, la imagen es emocionante y expresiva. Algunos comentarios dicen que Gabriel Medina levanta el dedo índice de su mano hacia el cielo en agradecimiento a Dios. No importa si es así o no. Lo cierto es que representa y emociona por todo lo que uno puede sentir y pensar al ver la imagen.

Después de surfear una inmensa ola salió elevándose a con un salto espectacular que parece estar flotando en el aire. Esta es una imagen perfecta que nos inspira a vivir con espíritu deportivo nuestra vida, nuestra existencia y nuestra condición de cristianos.

Es una imagen de serenidad, de alegría, de triunfo. Así debe ser nuestra vida de católicos. Una lucha por vencer el túnel que parece sepultarnos en la fuerza de las olas que amenazan con derribarnos y hundirnos en el mar. No son nuestras fuerzas las que nos harán transitar por debajo de esas olas amenazantes, sino la fuerza divina. Y podemos aprovechar la fuerza del oleaje, los momentos difíciles, para impulsarnos y salir victoriosos.

Y al hacerlo, levantaremos el brazo a lo alto y señalaremos con nuestro dedo índice hacia Dios. Él nos contempla y nos sonríe. No importa que otras muchas ocasiones no lo hayamos conseguido. Necesitamos enfrentar los retos que cada día nos surgen y ponen a prueba nuestra fidelidad. Pero con esfuerzo, tenacidad y con la gracia de Dios que nunca nos falta, venceremos. Y agradecemos así a Dios nuestro Padre, que salgamos de este mundo victoriosos, alzándonos a lo alto, asaltando el cielo y señalando con gratitud y gozo nuestra mano hacia aquel que nos ha concedido la victoria sobre el mal y la muerte.