Lo pequeño no existe: todo es importante

Cambiar el mundo

Sin Autor

Se acaban las temporadas deportivas regulares, llegan las alegrías y sobrevuelan las decepciones; se alcanzan grandes éxitos y se confirman terribles fracasos. Quizá, años atrás, se podría haber utilizado el mismo ejemplo con los cursos escolares o universitarios, pero parafraseando las palabras del teniente William Garrison, en la magnífica “Black Hawk Derribado”, podemos concluir que “nuestras leyes educativas, en su infinita sabiduría…” permiten pasar de curso, a pesar de suspender algunas asignaturas o no asimilar correctamente los aprendizajes básicos.

La polarización de la sociedad, convierte el deporte en la nueva arena circense, donde el público, ávido de emociones, se alinea junto a su equipo preferido o su deportista estrella, viviendo sus victorias o sus derrotas con auténtica pasión. Pero hoy no hablaremos de la moralidad del deporte sino de su exigencia.

La práctica del deporte (para los legos en estas lides y los supervivientes de la vieja escuela, no es lo mismo deporte, actividad física y gimnasia) suele ir acompañada de exigencia, competitividad, sacrificio, esfuerzo y afán de superación. La competición bien entendida, forma el carácter de la persona y le prepara para la vida diaria. Son muchos los que, por su talento y dedicación, convierten esta actividad en su medio de vida, pero son muchísimos más, los que, sin ser su fuente de ingresos o su primera responsabilidad laboral, compiten a muerte, aunque se trate de una pachanga de solteros contra casados.

Anteayer, el Real Madrid de baloncesto, se proclamó campeón de la Liga ACB; unas semanas atrás, finalizaba la fase regular, conformando los enfrentamientos de los primeros clasificados y descendiendo a los últimos a la segunda división, la LEB Oro. Tres equipos empatados y una plaza de descenso que se materializó por un punto. Sí, si, ¡un punto! ¡Un miserable punto! Empatados entre ellos a victorias y derrotas, la diferencia de un punto, condenaba al Monbús Obradoiro a perder la categoría.

La vida cristiana está revestida de exigencia, no por un fin material, aunque pueda ayudar a ello, si no por una meta sobrenatural: la salvación eterna. San Agustín aseveraba que “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Nuestra salvación nunca se dará contra nuestra voluntad. Queda claro pues, que, el esfuerzo, la exigencia y el sacrificio, deben ser imprescindibles e inseparables compañeros del cristiano, aunque a diferencia de la práctica deportiva, donde las emociones y el sentimentalismo alborotan a las masas, la alegría y la felicidad devienen en frutos verdaderos de la intimidad con Dios, a pesar (o merced a) de las vicisitudes.

La vida es un don de Dios, pero necesita, en primer lugar, de Su gracia, y después, de nuestro compromiso, de nuestra perseverancia. En el Evangelio de San Juan, queda patente que Cristo prometió que “todo aquel que vive y cree en Mí, no morirá eternamente”.

En el catecismo se aprende que los enemigos del cristiano son el mundo, el demonio y la carne. Vivir en el mundo sin ser del mundo, ser luz del mundo…un reto mayúsculo, una meta verdaderamente sobrenatural para cualquier cristiano, pero que nos conduce a la reflexión: si en ámbitos superficiales o intrascendentales, la exigencia es tan grande ¿cómo debería de ser nuestra exigencia como cristianos si a lo que aspiramos es a la salvación eterna?

San Pablo lo explicó con brillante claridad: “¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corred de manera que lo consigáis! Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible! Nosotros, en cambio, por una incorruptible.” (1 Corintios 9:24-27)

El cristiano no es un mero seguidor de postulados estoicistas o epicúreos. Seguir a Cristo en la cruz no es un ejercicio de masoquismo o de autoafirmación: es la verdadera vida, es la corona incorruptible de la que habla San Pablo. No se trata de buscarse a uno mismo, si no de buscar a Dios, porque en Él, uno se encuentra consigo mismo. Seguir el compás que marca el propio mundo, se convierte en una auténtica prueba de resistencia caótica y negación constante.

La moraleja de esta historia es bochornosamente clara: si el mundo, en su voluntaria superficialidad, exige tanto para algo finito y corruptible, e infinidad de personas se suman decididamente a estos requerimientos ¿qué debe exigirse cada cristiano para vivir conforme a la fe?

De ahí el titular: lo pequeño no existe. Todo es importante. Todo suma o todo resta. Recientemente se estrenó la película “The Boys in the Boat” (Remando como un solo hombre), dirigida por George Clooney, mostrando cómo un deporte de escasa implantación, en tiempos difíciles, despierta el interés y la pasión de casi todo un país. El sufrimiento, el esfuerzo, la pasión, la confianza, la abnegación… se concentran en un bote, donde cada palada es vital para alzarse con la victoria. En este largometraje se pone de manifiesto que es fundamental cualquier detalle: un solo remero que vaya a destiempo, perjudica enormemente el avance del equipo.

¿Qué nos pide Dios? ¿Qué nos da sin merecerlo? Remar, no en un bote, si no en la barca de Pedro, amparados en su Divina Misericordia. Una sonrisa, una jaculatoria, unas palabras de atención, una oración ferviente o árida, un sacrificio, una noche en vela, una comunión… todo suma para alcanzar el Reino de los Cielos.

Dios nos conoce, no solo como si nos hubiera parido, que dirían los castizos atinadamente, si no como Creador y Señor. Conoce nuestra debilidad y no nos abandona a nuestra suerte. No nos condena por un punto al descenso eterno. Nos da a su propia Madre, junto a la libertad para escoger el Bien, la gasolina para la vida espiritual con los Sacramentos y si aún quedan rezagados o alguien se despista, su Divina Misericordia espera pacientemente nuestro regreso.

Ahora que llegan las vacaciones estivales, es el momento de aprovechar ese tiempo de asueto para reencontrarnos con Dios, para ponernos en órbita, para seguir sumando puntos que nos alejen del descenso eterno y nos conduzcan a la patria celestial.

 


Referencias

Catecismo, E. d. (2017). Catecismo de la Iglesia Católica. Madrid: Asociación de Editores del Catecismo.

Conferencia Episcopal Española (ed.). (2016). Sagrada Biblia. Madrid: Conferencia Episcopal Española.

Filmaffinity. (2023). The boys in the boat. Obtenido de Filmaffinity

Hidalgo, L. (14 de Mayo de 2024). Un mismo sistema, dos acciones sobre la bocina y el descenso del Monbús Obradoiro. Obtenido de Gigantes del Basket

Kurt, P. (2001). Black Hawk derribado. Obtenido de Filmaffinity

Francisco Javier Domínguez