Estos días en el Colegio del que soy capellán hemos vivido unos días muy intensos donde se ha podido palpar el dolor y la entereza de una familia.
El sábado por la mañana, nada más levantarme, vi que habían entrado 2 mensajes: ha fallecido el hijo de Carmen y José Ignacio.
Pepillo, que estaba a punto de cumplir 3 años, había estado ingresado, pero ya llevaba un tiempo en casa y estábamos deseando que volviera al cole, pero la noche del viernes al sábado se nos fue al cielo. Tenía prisa por ver a uno de sus grandes amores: María.
Al principio, cuesta creer que era verdad, pero me puse a rezar. Iba a celebrar Misa minutos después y me acordé que solo Tú, Jesús, podrías dar algo de consuelo a sus padres y hermanos.
Noté el poder de la oración porque vi que solo detrás de este suceso podía estar María. Pensé ¿Qué habrá visto María en el corazón de Pepillo para llevárselo tan pronto? Y solo encontré una respuesta: un amor inocente, puro, sencillo; el amor de los niños, el amor verdadero.
San Josemaría lo decía muchas veces: amar como aman los niños.
En el colegio sentimos la pérdida de Pepe, nos duele el vacío en su aula, pero sabemos que tenemos un nuevo ángel en el cielo.
Los ángeles tienen una gran misión en la tierra: proteger. Hoy en el colegio, por tanto, nos sentimos más seguros porque no va a faltarnos su ayuda. Ya la estamos notando.
Decía al principio que han sido días de dolor y entereza fundamentalmente de una familia y es verdad porque he visto cómo, en un dolor difícil de soportar, no han dudado en ver que detrás de todo esto estaba Dios. Ojalá nos diéramos cuenta, como ellos, que en todos los acontecimientos de nuestra vida se esconde la mano de Dios.
Quiero terminar haciendo una petición: Reza por esta familia, aunque no conozcas sus nombres y donde viven (José Ignacio y Carmen, sus padres; Álvaro y Miguel, sus hermanos; los abuelos, tíos y primos).
Dios pagará cada avemaría tuya.