La Iglesia Católica, para que el matrimonio respete las finalidades del acto conyugal: amor mutuo y procreación, enseña que “es lícito tener en cuenta los ritmos naturales inmanentes a las funciones generadoras para usar del matrimonio solo en los periodos infecundos y así regular la natalidad sin ofender los principios morales” (Humanae vitae, n. 16). Es decir, la indicación del uso de los métodos de reconocimiento de la fertilidad o métodos naturales es para cuando el matrimonio requiere de posponer un nuevo embarazo por motivos concretos de su vida conyugal.
1- “Entiendo que es mejor”
Cada católico que desee vivir la propuesta sexual de la Iglesia, debe hacer el esfuerzo por entender el bien que se encierra en ella. Démosle la vuelta a esa fea expresión del «tengo que hacer tal, porque soy tal o cual» y digamos: «soy tal o cual y entiendo que es mejor, me conviene más, hacer esto o lo otro». Un camino que se emprende con absoluta consciencia y que hay que entender a fondo.
2- La importancia de entender la causa
Es fundamental que un matrimonio que use métodos naturales se plantee por qué los usa. Lo más importante es comprender la causa de esa elección. Así, es importante ser consciente de que no es una simple técnica permitida por ser católico. Esconde una comprensión plena de la sexualidad conyugal. En todo caso el método natural es una ayuda que permite vivir un estilo de vida con la capacidad y la libertad para gestionar respetuosamente la fertilidad.
3- Motivos rectos para evitar un embarazo
Necesariamente, ello supone mantener una disposición de apertura a la vida. Los métodos naturales utilizados para posponer, o incluso, evitar indefinidamente un embarazo son un medio lícito cuando el matrimonio, con recta intención, encuentra motivos concretos para ello. Estos motivos pueden ser, por ejemplo, debidos a temas de salud, económicos o sociales diversos.
La intención es recta cuando queda claro que la voluntad de los cónyuges no es la de obrar a su arbitrio, creyéndose dueños de su fertilidad. Es la de buscar ordenadamente la voluntad de Dios, ser cuidadores de lo que les ha sido dado y eliminar cualquier actitud anticonceptiva.
4- Apertura a la vida
Haciendo uso de los métodos naturales se mantiene el deseo de apertura a la vida y de abandono, lo cual nunca es equiparable a usar contracepción. De hecho, la forma de vivir la sexualidad es radicalmente opuesta entre unos (métodos naturales) y otros (anticonceptivos). Con los primeros, el matrimonio recurre a los momentos infértiles para tener relaciones y, en los fértiles, en esa espera, se ama de otras maneras sin que exista un distanciamiento, se evita manipular el acto sexual para que éste se mantenga física y mentalmente abierto a la vida.
Podríamos decir que, en el amor, nunca hay abstinencia. Solo existen diferentes formas de quererse. Nos amamos cuando tenemos relaciones, y nos amamos cuando esperamos a tenerlas. Son demostraciones de que verdaderamente nos lo queremos dar todo. Eso mantiene viva la llama del amor conyugal.
5- Motivos puramente egoístas
Ahora bien, la Iglesia rechaza el uso de los métodos naturales cuando son elegidos por un motivo puramente egoísta: “Hablando del método natural se acepta frecuentemente el mismo punto de vista que para los ´métodos artificiales´, reduciéndose a los principios utilitaristas. Así concebido, el método natural acaba por ser solo uno de los medios destinados a asegurar el máximo de placer, distinguiéndose sólo en que lo alcanzaría por un camino diverso al de los métodos artificiales” (Karol Wojtyla, Amor y responsabilidad).
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¿Tenemos que usar métodos naturales? Porque somos católicos, elegimos lo mejor, a consciencia. La raíz de este uso está relacionada con el hecho de que el método natural es una ayuda que permite vivir un estilo de vida con la capacidad y la libertad para gestionar respetuosamente la fertilidad. Con la intención de buscar ordenadamente la voluntad de Dios, nos abrimos a la vida.
Eva Corujo para Ama fuerte