¿Te imaginas que todo hubiera terminado en el monte Calvario?
¿Te imaginas que no hubiera nada después de la Cruz?
¿Te imaginas que la crucifixión hubiera sido el final?
Entonces estaríamos confiando en un hombre bueno, que se proclamó profeta, un líder político, un revolucionario que dejó una gran huella… Sus palabras habrían quedado en el aire, sus promesas sin cumplirse y dudaríamos de que fuera realmente Dios. Los cristianos viviríamos con caras tristes, sin esperanza, sin rumbo, como ovejas sin Pastor. No podríamos relacionarnos con Dios, sería distante e inaccesible.
Las palabras “salvación”, “justicia”, “bondad”, “perdón”, “muerte”, “dolor”… ¿Qué significarían para ti?
Piénsalo un momento.
Yo sentiría tanta angustia y desesperanza… ¡Qué necesario eres en mi vida, Señor!
La Resurrección es fuente de inmensa alegría. Debemos irradiar luz a todos los hombres para hacerlos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de nuestro testimonio.
La Resurrección es el final de la historia del amor de Dios a los hombres. Desde ese momento, la visión del hombre y la historia adquieren un sentido nuevo. Comienza una relación íntima con Dios, la filiación divina, con una herencia eterna que nadie nos puede quitar.
¡Jesús vive! Entonces… ¿Qué significa eso?
Significa que siempre está a tu lado, en momentos buenos, riéndose contigo, y en momentos malos, acercando su hombro para que descanses en Él. No te deja solo. No puede dejarte solo. Has visto, en la cruz, hasta dónde llega su amor por ti. ¿Todavía dudas?
Solo podemos agradecer todo ese amor, luchando por ser santos en medio del mundo, y contagiando la alegría de tener a Dios con nosotros, a nuestro alrededor. Tienes una gran labor: “Sé Luz”.
Marienma Posadas Ciriza