El fin de semana pasado, Loles y yo estuvimos en Cebú, Filipinas, asistiendo al 21 Congreso Internacional de la Familia de la IFFD (www.iffd.org). El congreso, que tenía como lema Vida de familia y nuevas tecnologías, reunió a 1300 personas de 40 países dispuestas a gritar al mundo una verdad incontestable: ¡la familia está viva y es el futuro de la humanidad! No os voy a explicar el congreso, una imagen vale más que mil palabras, así que, al final os inserto un vínculo que os llevará a un video con algunas tomas del congreso.
Pero sí me gustaría compartir con vosotros el mensaje final que, como secretario general de IFFD, intenté transmitir en el congreso, que va dirigido, sobre todo, a las miles de personas que en todo el mundo nos ayudan cada día a expandir este amor a la familia que recorre las venas de la IFFD:
Es cierto que estamos viviendo un momento especial de la humanidad: hay confusión, miedo, incertidumbre, inestabilidad, los poderes públicos y las redes sociales intentan colonizar nuestra familia, imponernos sus patrones y monopolizar la educación de nuestros hijos…
Y la familia es el campo de batalla de esta confrontación. Lo es porque ella es el único lugar seguro para el ser humano y siempre acaba siendo un obstáculo para los poderes de este mundo. La familia es el lugar de la resistencia, el lugar donde se frena el autoritarismo, el relativismo, el radicalismo, el populismo, el consumismo, el capitalismo y todos los demás «ismos».
De vez en cuando, podemos caer en la tentación de preguntarnos: sí, pero ¿dónde está la familia? Tal vez, este breve relato pueda ayudar a entender por qué la familia, a veces, parece no estar presente.
Érase una vez dos peces jóvenes que nadaban juntos cuando, de repente, se cruzaron con un pez anciano que les saludó y les dijo: «Buenos días, chicos, ¿Cómo está el agua?». Los dos peces jóvenes no contestaron y siguieron nadando durante un rato, hasta que, finalmente, uno de ellos miró al otro y le preguntó: «¿El agua? ¿Qué demonios es el agua?».
Las realidades más importantes y obvias son a menudo las más difíciles de ver y explicar. Y la familia es una de esas realidades. La familia es discreta, no busca protagonismo ni espectáculo: quiere pasar desapercibida. Cambiando la palabra «amor» por la palabra «familia», he tomado prestada del himno al amor de San Pablo (1 Corintios, 13) la que podría ser la mejor descripción de la familia:
«[La familia] es paciente, [la familia] es amable. No es celosa. [La familia] no obra con soberbia, no presume, no es ambiciosa, no es grosera ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad. Todo lo soporta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. [La familia] no muere nunca».
Sabemos que la familia puede ser la solución a todos los sufrimientos y lacras que amenazan y afligen a la humanidad: violencia, abusos, adicciones, ignorancia, depresiones, ansiedad, soledad, egoísmo, individualismo, vidas sin sentido, suicidio… Pero, para ello, tenemos que dejarle ser lo que en verdad es.
He aquí nuestro primer reto: ¡hacer visible a la familia!
Pero no podemos quedarnos ahí. Tenemos que trabajar para mejorar y transformar la sociedad de la única manera que en la IFFD sabemos hacerlo: uno a uno. Primero, nuestras propias familias. Y luego, desde el amor apasionado a nuestra familia, las familias de los demás.
Así lo hicieron los primeros cristianos. No cambiaron las estructuras ni las leyes ni las políticas ni los políticos. Cambiaron los corazones. Y, después, esos corazones cambiaron muchas cosas, hasta que fueron capaces de transformar toda la sociedad de su tiempo.
Para lograrlo, necesitamos tener sentido de misión, y convicción, compromiso, pasión…, ¡amar la familia, la IFFD y el Family Enrichment! Con mayor o menor acierto, llevo muchos años predicando sobre el amor, y una cosa he aprendido: contrariamente a lo que se cree, el amor no es ciego, sino perspicaz y penetrante. El amor es el único poder en el mundo capaz de conocer al ser amado (personas o iniciativas) no sólo en su presente, sino también en su futuro. Solo el amor es capaz de anticipar el futuro. Sin este amor, no seremos capaces de hacer realidad nuestros sueños.
Pero también tenemos que ser conscientes de que la humanidad no avanza sin sacrificios personales. Se requiere tiempo, esfuerzo y energía.
No tenemos grandes fundaciones ni bancos mundiales que nos financien. Nuestra fuerza son las personas. Sois vosotros. Esa es la fuerza en que hemos de apoyarnos para llegar a las familias, a todas las familias, a cada una de ellas. Aunque no tengamos dinero ni poder, tenemos la fórmula mágica, la panacea, el arma secreta: ¡el family enrichment!
En Cebú, hemos podido sentir en nuestras propias carnes esta verdad. El cariño, la hospitalidad, la energía y la entrega de los filipinos han sido la vitamina que todos necesitábamos para volver al trabajo y llevar la familia al lugar más recóndito del mundo.