“Comunidad cerrada de carácter espiritual, guiada por un líder que ejerce un poder carismático sobre sus adeptos”
De esta manera define el diccionario de la Real Academia Española a las sectas. Las sectas en la actualidad difieren bastante de su concepción original, aquella que en el siglo XIX basaba su predicación en el Espíritu Santo y en Jesucristo. La gran mayoría partían de escisiones de grupos cristianos cuyo origen estuvo en Estados Unidos principalmente.
Debemos saber que el perfil del adepto actual no es una persona vulnerable desde el punto de vista cultural, intelectual y económico, esto ya es un mito sin cabida en la actualidad. A día de hoy el perfil del adepto está muy bien definido: no es tonto, analfabeto ni viene de una familia desestructurada. Al contrario, la secta prefiere a una persona competente, con dinero y que sea capaz de hacer proselitismo.
Para las sectas del siglo XXI lo religioso cotiza a la baja, ya no llama lo cristiano en una sociedad tan secularizada como la tenemos, lo que va en aumento y atrae hoy son las sectas que se mueven en torno al crecimiento personal, la autoayuda o las terapias naturales.
Existe una proliferación de las sectas relacionadas con la “New Age”, esto lo confirman la cantidad de operaciones policiales destinadas a desorganizar grupos neochamánicos, que basan su acción en el consumo de sustancias alucinógenas como la ayahuasca, que es una droga que proviene de una planta amazónica.
Este tipo de sectas se mueven muy bien en círculos relativos al yoga y el minfulness, actividades inofensivas en las que los gurús aprovechan para captar adeptos.
Lo importante es como saber actuar si tenemos la sospecha de que algún conocido ha sido captado. Normalmente la víctima frecuenta cambios en la actitud, en la forma de hablar, en las costumbres, la forma de vestirse o los hábitos alimenticios. Si una persona o un grupo está intentando influenciar a nuestro conocido, lo primero que hará será aislarla de su entorno y le habrá generado desconfianza de su familia y amigos.
Cuando tengamos certeza de que está siendo influenciado, nunca hay que enfrentarse a la víctima, al contrario, hay que valorar esa novedad que está experimentando, para que él se abra y cuente lo que está viviendo sin autocensurarse. Así la familia y los amigos podrán empezar a hacerle dudar y a que se dé cuenta de las contradicciones a las que está siendo sometido.
El carácter afectivo será muy importante para hacerle volver. Hay que tener en cuenta que las sectas invierten mucho tiempo en captar a la persona, por lo tanto, la familia ha de estar a la altura y emplear tanto o más tiempo en encontrar la solución.
Como hemos dicho las sectas actuales buscan cada vez personas más preparadas, quizá poco documentadas, lo que no las hace menos inteligentes. El mismo Steve Jobs, fundador de Apple, cuando le diagnosticaron cáncer se puso en manos de un gurú que le hizo perder seis meses antes de acudir a los médicos. El mismo Jobs dejó escrito que los médicos le habían dado cinco años más de vida, y se arrepintió de no haberlo hecho antes.
Las sectas han evolucionado con los tiempos, de ahí que hoy sean de corte pseudocientífico y pseudosicológico. Aunque al final todas tienen su credo y rituales que son los que les dan la identidad. Utilizan técnicas de “persuasión coercitiva” basadas en la manipulación y el abuso psicológico.
Todo lo explicado hasta ahora lo apoya la investigación policial. La creación de la Sección de Sectas Destructivas de la Policía Nacional supuso un punto de inflexión contra la proliferación de estos grupos. Un ejemplo claro fue la intervención del 15 de marzo de 2022 contra una secta de Castellón que llevaba actuando 30 años con pretextos esotéricos y sanatorios. Se aprovechaba económicamente de los componentes y cometía delitos sexuales contra ellos; es un ejemplo paradigmático de la praxis de estas sectas.
Las pertenecientes a la “New Age” suelen promover el consumo de sustancias prohibidas, como la que la policía desenmascaró en la “operación Bunachi” el 30 de septiembre de 2022, en la que un grupo neochamánico realizaba ceremonias con ayahusca y yopo.
Está demostrado que el consumo de estas sustancias psicoactivas causa efectos que pueden suponer un grave riesgo para la salud, tales como, cardiopatías, subidas de tensión o brotes psicóticos.
A raíz del COVID salieron a la luz nuevos grupos antivacunas, ya existían desde mucho antes, pero se reinventaron como por ejemplo los que promovían la ingesta de dióxido de cloro como “antídoto universal” que valía para todo. Desde el inicio de la pandemia la venta y el consumo se disparó para prevenir y curar el covid. Incluso para eliminar los restos de la vacuna, según ellos “mortal y peligrosa”, para los que estuviesen vacunados. Un auténtico disparate que puso en pie a las autoridades sanitarias.
He puesto este ejemplo porque el modo de actuación de los grupos que promocionaron esta práctica fue idéntico al de una secta, siguiendo paso a paso la forma de captar adeptos. Se empieza por la captación, haciendo creer a la víctima que ellos disponen de información única y reveladora.
Se sigue por el ritual, aquí es donde entra el dióxido de cloro, que recomiendan para todo. Se continúa con el activismo, con protestas, difusión de bulos y ataque furibundo a sus contrarios. Y para finalizar protagonizan episodios de victimización que suelen funcionar bastante bien.
En la actualidad se han centrado contra la vacuna del covid, porque hacerlo contra el resto de las vacunas es una batalla perdida desde hace años. Es la primera vez en la historia que el movimiento contra una vacuna nació antes que el fármaco. En definitiva, hemos comprobado como cuando se quiere influenciar a una persona o a un grupo, el que lo pretende activa los mecanismos necesarios y los actualiza de forma frenética, para imponer su intención según la corriente actual.
José Carlos Sacristán