Hay un tema que se repite mucho en las #Historiasdematrimonios: El famoso “se me acabó el amor” o “ya no siento nada”.
En el camino del matrimonio hay muchas fases, pasamos del enamoramiento del principio, a ver que el otr@ es bueno para mí, tiene esas características únicas (dones) que a mi me faltan y que me complementan haciéndome mejorar como persona. Por eso le elijo, sabiendo que esa elección, implica una renuncia.
A lo largo del camino, habrá luces y habrá sombras y a veces, esas sombras vendrán en forma de crisis que nos indicarán que debemos cambiar algo, ya sea en particular, ya sea en nuestra relación. Así iremos madurando nuestro amor, para que sea un amor fecundo.
Últimamente estoy acompañando a parejas que vienen destrozadas, porque él o ella se han “enamorado” de otra persona y están sintiendo algo que no habían sentido nunca.
Estas personas consideran que aman a su espos@ en la medida que sienten atracción y afecto hacia él/ella. Se nos ha metido la dictadura del emotivismo, por eso, cuando ya no sienten, ya no aman.
Parece que se nos está olvidando el compromiso adquirido tras el Sí quiero, en el que ese amor de elección dio vida a algo verdaderamente nuevo, un proyecto de vida, una familia, con sus luces y con sus sombras.
Si tenemos esto en cuenta, seremos capaces de seguir la senda del camino que tenemos que recorrer, a pesar de las dificultades, porque tenemos el objetivo claro. La dificultad viene cuando este objetivo se nubla, lo dejamos de ver y basamos esa relación en el puro sentimentalismo.
Es entonces, cuando dejamos caer al precipicio el corazón de quienes nos acompañan ( pareja, hijos, familia, amigos), abriendo la puerta a un sufrimiento indeseado, que podría haber sido, al menos amortiguado, si esos sentimientos se hubieran comunicado para poder trabajarlos.
Este finde pasado he reflexionado mucho, el camino es largo pero enriquecedor cuando el destino (amar al otro) lo tenemos claro.
En @instituto_coincidir acompañamos a las personas a transitar este camino de reencuentro con uno mismo y con el otr@, para reconstruir sobre base firme, porque el paso seguro ahorra lesiones de cuerpo y del corazón.