María Algueró siempre había querido ser madre. Cuando contrajo matrimonio en 2016 su mayor ilusión era formar una gran familia, pero Dios tenía otros planes. No se quedaba embarazada y tras un periplo médico se confirmó que no podrían tener hijos biológicos.
«Teníamos claro que eso no iba a pararnos. Que los hijos fuesen biológicos, desde luego, no era imprescindible. Lo que queríamos era un niño en nuestra casa», cuenta María a Yo Donna.
«Al año de casarnos ya iniciamos los trámites para una adopción internacional, pero justo en ese momento muchos países que nos interesaban cortaron el flujo», pero alguien les habló de la acogida y allá fueron.
Primero les llamaron para acoger a dos, un niño y una niña: «Cuando me dijeron que tenían dos hermanos pequeños dejé de escuchar. Me metí en el baño a llorar». Pero no querían quedarse ahí, así que se mudaron a un piso más grande para recibir al tercer niño que llegaría con 7 meses y que le habían pedido a la Virgen del puerto de su lugar de vacaciones.
La idea de la adopción seguía en pie. Querían un niño con necesidades especiales pero les llamaron para un niño prematuro que en principio no tenía mayor problema, pero no fue así. «A los ocho días dejó de respirar», explica María. Pasó un tiempo en la UCI.
«Deja de respirar todos los días. A su cerebro se le olvida hacerlo. Por eso no me puedo separar de él. No tenemos diagnóstico todavía, pero podría tener causas genéticas». Esto lo cuenta María con relativa tranquilidad, la que solo puede tener quien vive cada día como un regalo.
María y su marido han formado una familia especial (@nuestrafamiliaespecial) y ahora se dedica ayudar a otros que deseen tener hijos en adopción o acogida.
Fuente: Yo Donna