Hace muchísimos años veíamos a los serenos cómo a ultima hora de la noche encendían las farolas. Alumbraban con luz tenue una oscuridad que se iba apropiando de la noche. Con el paso del tiempo se han multiplicado los puntos de luz y en las farolas hay bombillas más potentes. Sigue habiendo oscuridad en la noche, pero tenemos más claridad por esos nuevos focos de luz.
Hoy, en el mundo, también vemos que hay mucha oscuridad, pero nosotros: con la participación en la Eucaristía, un Rosario bien rezado, el estudio o trabajo ofrecido, una palabra amable o dejando nuestro asiento en el Metro para que una persona anciana se siente…encendemos una bombilla de luz.
Una sola bombilla no alumbra mucho en toda la oscuridad, pero 1+1+1 ya empiezan a alumbrar donde sólo reinaba un mundo oscuro.
¿Quieres cambiar el mundo? Empieza a encender bombillas. Recuerda aquel consejo de un gran santo: de que tu y yo nos comportemos como Dios quiere, dependen muchas cosas grandes.