Segundo centenario de la Novena Sinfonía de Beethoven

Música

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El 7 de mayo del año 1824 se estrenó en el Kärntnertortheater de Viena la sinfonía número nueve de Ludwig van Beethoven. Nadie intuyó la repercusión que iba a tener esa composición, aun siendo la intención de Beethoven crear una obra diferente a lo compuesto hasta entonces, que sirviese además de vehículo de aproximación fraterna. La influencia que ha tenido en la sociedad hizo que en el año 2002 fuese declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

La Novena Sinfonía supuso una auténtica revolución a nivel musical. Hasta ese momento las composiciones sinfónicas se desarrollaban en cuatro movimientos que seguían la estructura Allegro-Adagio-Scherzo-Allegro, aunque con posibilidad de alguna variación y solían tener una duración de poco más de treinta minutos. Beethoven rompe el esquema clásico y compone una sinfonía en la que introduce la percusión por primera vez en la historia, cambia el adagio de posición al tercer movimiento y compone un cuarto en el que incluye un coro y solistas. La duración total se extiende a algo más de una hora y cuarto.

Pero el auténtico valor de la sinfonía lo da la intención del autor de hacer de la música una extensión del hombre en su esencia más loable. En el cuarto movimiento musicaliza la palabra con un poder único y esta se metamorfosea como un instrumento más, convirtiéndolo en el momento climático de la obra.

Se ha de conocer el contexto en el que Beethoven inicia la composición de la obra, que es en el año 1818. Europa está sufriendo las consecuencias de la Revolución Francesa y la evolución de la misma con un Napoleón imperialista intentando conquistarla. El mismo Beethoven vivió el asedio de las tropas francesas en Viena.

Si hacemos un análisis somero de la obra debemos indicar que el primer movimiento tiene un carácter tormentoso y heroico, el tema principal surge a partir del caos. Podríamos decir que representa el destino cruel del hombre en un tono sentimental melancólico.

El segundo movimiento es abrumador e incontenible, irradia energía en todo momento; la percusión da una arquitectura al movimiento nunca vista hasta ese momento. Es una reafirmación enérgica y enfurecida del hombre. El tercer movimiento, adagio, es lírico, muy delicado y supone un verdadero descanso después de la fiereza de los dos primeros; puede parecer que la humanidad no se puede liberar de su angustia, sino que continua en un tono lánguido nada optimista.

El cuarto movimiento supone la aparición de una de las melodías más edificantes jamás compuestas, representa a la “Oda a la Alegría” que Beethoven leyó del texto del poeta alemán Friedrich Schiller. Comienza en un tono trágico que queda superado por el halo de esperanza que supone la Oda a la Alegría, aunque en breve vuelve al tono trágico inicial. La intención de Beethoven fue la de ensalzar la hermandad entre los hombres, por ese motivo agregó al texto de Schiller una introducción: “¡Oh, amigos, dejemos esos tonos! ¡Entonemos otros más agradables y más alegres!”. En ese momento el coro acompaña al barítono para cantar el himno a la alegría. Continua con un aire sentimental, suave y sigue con Beethoven hablando de Dios.

Parece que Beethoven encuentra consuelo en la religión y con optimismo, así queda superado el tono melancólico y pesimista del tercer movimiento. La música continúa con proporciones gigantescas para presentar el triunfo final del hombre. La conclusión se presenta en tonos alegres y de Amor, con un coro inconmensurable que extiende la emoción hasta su máxima expresión:

¡Abrazaos millones de hermanos! Que este beso envuelva al mundo entero. Sobre la bóveda estrellada habita un padre bondadoso. ¿Flaqueáis millones de criaturas? ¿No intuyes, mundo, a tu Creador? Búscalo a través de la bóveda celeste. ¡Su morada ha de estar más allá de las estrellas!

En una ocasión Beethoven dijo que: “la música es una revelación más elevada que toda la sabiduría y la filosofía”. Afirmación abierta a discusión, pero perfectamente entendible tras escuchar la Novena Sinfonía. El músico de Bonn abrió el espacio a la libertad creativa y a la expresión emocional y así inició los acordes del romanticismo musical.

Desde su primera representación en 1824, la Novena ha sido música de referencia en cantidad de acontecimientos clave en Europa durante los siglos XIX y XX. El general Otto von Bismark la empleaba para levantar la moral a sus ejércitos, la radio alemana la difundió tras el suicidio de Adolf Hitler, se escuchó en los manifestantes de la plaza de Tiananmen contra la opresión de las autoridades chinas. En la navidad de 1989, tras la caída del muro de Berlín como inicio de la desaparición del comunismo soviético en Europa, la Novena fue interpretada bajo la dirección de Leonard Bernstein. En esa ocasión la palabra “alegría” (Freude) se cambió por “libertad” (Freiheit).

La Novena es un compendio de emociones que se sienten sin necesidad de tener conocimientos musicales, esta emoción se transformará en un sentimiento, que cuando se sopese, dejará una huella eterna en quien tuvo el privilegio de escucharla. Merece la pena que en este recién estrenado año 2024 se difunda la Novena Sinfonía de Beethoven, con la intención que él quiso, como símbolo de unión y fraternidad entre los hombres. Y de esta manera admirar el carácter monumental de esta obra que tiene el inmenso valor añadido de que su compositor la inició, y la acabó, completamente sordo.

José Carlos Sacristán