Hoy es día de regalos, de inquietud y de nervios infantiles por lo que implica la noche en que los Reyes Majos -sí, he escrito majos- se dedican a dejar regalos a troche y moche en las casas de aquellos que creen en ellos. Regalos, esos detalles que las personas tienen con aquellos a los que aman y que demuestran -con mayor o menor acierto de tallas y colores- el cariño sentido por ellas.
Cuando ya peinas canas, eso de los Reyes Magos tiene otro matiz; la ilusión infantil desaparece en su aspecto más estresante y deja paso a una relativa inquietud sobre cómo se acordarán Sus Majestades de una, en forma de qué aparecerá ese cariño familiar o de amistad.
Pero, más allá de las cosas materiales, existen otros regalos que también implican un componente de emoción: escuchar «O mio bambino caro» en la voz de Renata Scotto o «Casta Diva» cantada por la insuperable María Callas, o «La fleur que tu m’avais jetée» cantada por José Carreras… Sí, lo mío es la música, ese inmenso regalo que es capaz de llegar a lo más profundo del corazón.
Disfrutar de un poema escrito por alguien a quien no conocemos, pero que nos toca el alma porque «tenía que ser sin palabras como tú me entendieses» (“Respuesta”, de José Hierro), o una obra como El Señor de los Anillos, que nos hace pensar en el regalo divino que supone la capacidad de escribir una saga como ésa.
Regalos inmateriales y, yo diría, eternos, que nos sumergen en el mundo de la belleza del arte, que nos transportan a un mundo sin preocupaciones ni estrés, que nos confortan y ayudan a relativizar las cosas que nos pasan. Una puesta de sol de las que te dejan sin respiración, sin palabras y sin argumentos contra la vida que llevas porque te provocan una emoción hasta las lágrimas.
Recuerdo un paisaje en concreto, hace ya muchísimos años, en Cantabria: un viaje en compañía, un paraje verde, de colinas y valles, cuando el sol estaba en todo lo alto del cielo. Nos paramos para disfrutarlo y, al salir, el silencio. Un silencio escandaloso, sólo roto por el viento que soplaba. Todo verde hasta donde llegaba la vista. Una sensación de paz y de quietud nos embargó a todos; a mí se me quedó grabado ese sentimiento de paz, como si el tiempo se hubiera detenido en aquel lugar, como si el pararnos no hubiera sido cosa nuestra, sino que Alguien dijo: «Paraos un momento y disfrutad mi Creación». Este momento sí que fue sin palabras.
Los regalos no siempre son lo que nos esperamos y tampoco son siempre materiales. Hay muchísimos regalos que recibimos todos los días y de los que no nos damos cuenta. Este año recién estrenado ya nos ha regalado cinco días y en cada uno de ellos también hemos recibido regalos en forma de visitas inesperadas, sonrisas y reencuentros con amigos.
Mañana es día de Reyes, a ver qué regalos visibles e invisibles nos encontramos cuando amanezca…
Lola Vacas