Me encantó en su día la película protagonizada por Tom Cruise, Jack Nicholson y Demi Moore. Un juicio en el que se busca la verdad de unos hechos ocurridos en la bahía de Guantánamo.
Hoy en la Iglesia hay algunos hombres buenos que se han tenido que enfrentar al gran dilema de proclamar una verdad de la que están convencidos en conciencia o defender la unidad con su silencio. La realidad es que el dilema es fuerte, duro y que seguramente para muchos de ellos les habrá hecho sufrir y me atrevo afirmar que habrán buscado respuestas sin encontrarlas. La cuestión es: ¿Puede haber unidad sin verdad? El problema es tan difícil de resolver como encontrar la aguja en el pajar.
Es verdad que para poder vencer el mal hay que estar unidos porque la Iglesia es una comunidad de personas unidas, pero en la Verdad. En los inicios se decía que perseveraban unidos en la oración, pero -como vemos en el Ecumenismo- la unidad no está por encima de la Verdad, sino que la Verdad es quien hace la unidad. Hoy disentir, para muchos de ellos, deben pensar que no es sólo un derecho, sino un deber.
De todos modos el problema es más profundo porque en la Iglesia la unidad se apoya en una verdad que es Pedro y sin Pedro no hay Iglesia. Por eso quiero unirme tanto al sufrimiento de los hombres buenos que quieren proclamar la verdad, como también de los que prefieren defender la unidad con su silencio o sus palabras.
En cualquier caso no hay que olvidar que las controversias en la Iglesia han aparecido en muchas ocasiones y que, cuando se han resuelto con humildad, la Iglesia no sólo ha crecido, sino que también se ha fortalecido.