He comenzado a impartir un breve curso para sustituir a un profesor universitario que había caído enfermo. En la primera clase en la que invitaba a mis alumnos a pensar, recordaba dos citas del filósofo británico Bertrand Russell (1872-1970). La primera, con el característico humor británico, dice así: «Se ha dicho que el hombre es un animal racional. Toda mi vida he estado buscando evidencias que pudieran respaldar esto». La segunda dice: «Mucha gente preferiría morir antes que pensar. De hecho, es lo que hacen». Los alumnos al leer esas dos frases se sonrieron tímidamente.
Conforme avanzaba la clase, hubo un momento en el que me pareció oportuno pedirles que sacaran su teléfono móvil y comprobaran cuánto tiempo habían dedicado el día anterior (domingo) a las redes sociales. Me impresionó el resultado de la encuesta: ninguno había estado menos de 2 horas, muchos 3 o 4 e incluso alguno 12 horas!
Se dice con frecuencia que los móviles nos acercan a los que están lejos y nos separan de los que están cerca. Pero me parece que la realidad de las redes sociales es mucho más preocupante. Mi impresión es que las redes como TikTok o Instagram tienen la capacidad de anestesiar el pensamiento. Hoy en día los jóvenes cuando esperan el autobús o cuando no saben qué hacer «escrolean» —como dicen ellos— en sus redes sociales, esto es van pasando ansiosamente de una pantalla a otra durante horas.
Me ilusiona ayudar a mis alumnos a que descubran el placer de la vida intelectual, que comiencen a pensar por su cuenta y riesgo. Un camino para ello es favorecer sus lecturas y su escritura, y ambas actividades requieren que ganen independencia de las redes sociales y de lo que piensan y hagan los demás.
Si logran esto, les aseguro que vivirán una vida de estreno, y no una vida de segunda mano como las que les ofrecen las redes sociales.