Me ha gustado mucho leer la biografía de los últimos años de vida de Ellen Gates Starr (1859-1940), la activista norteamericana que fundó en 1889 con Jane Addams la Hull House de Chicago para la educación de adultos. El libro está escrito por una sobrina nieta suya: Suellen Hoy, «Ellen Gates Starr. The Last Years» (Chicago History Museum, 2010). Me ha impresionado particularmente que en el memorial que se organizó tras su fallecimiento uno de los que la conoció bien afirmara con claridad que lo que atrajo a Starr de la Iglesia católica era su efectiva implicación con los pobres (p. 93). Recuerdo que algo semejante escribe en sus memorias de la cárcel la anarquista Emma Goldmann (1869-1940), aunque —a diferencia de Starr— no llegara a convertirse nunca.
Frente a la vieja acusación contra la Iglesia católica de haberse aliado con los ricos, la experiencia universal es que, sobre todo, quienes están con los más pobres de los pobres en los lugares más perdidos del mundo son de ordinario una monja, un médico o un sacerdote, que han hecho de su vida una misión al servicio de los más necesitados.
Sin embargo, los pobres no solo están en países lejanos, sino que están también en nuestras calles; lo que pasa es que muchas veces hacemos como si no los viéramos. Cuando veo la cola para entrar en los comedores de caridad, se me encoge siempre el corazón, a la vez que se eleva mi ánimo al comprobar que hay muchas personas que se implican en la atención de los más necesitados a los que tratan con enorme dignidad.
La sociedad opulenta tiende a invisibilizar la pobreza, marginarla o institucionalizarla, mientras que la mejor tradición católica es la de atender a las necesidades de los pobres con cordialidad, con una sonrisa y, si es posible, con eficacia. Mi «problema» actual es que ya no llevo encima monedas para dar a los mendigos y cuando una anciana inmigrante tullida se me acerca a pedir algo de dinero no puedo darle más que una amable sonrisa de apoyo y decirle que no llevo metálico. Tengo que pensar esto.
Ilustración: «The invisibility of poverty», Kevin Lee, Beijing, China 2008.