Creo que es algo importante y muy necesario el ser como niños y no dejarnos de sorprender con todo lo que tenemos a nuestro alrededor. Y es verdad que conforme vamos haciéndonos adultos, vamos perdiendo esa capacidad de asombro, de fascinación por las cosas que nos rodean. ¡Qué pena…! ¿no crees? ¿Cómo podemos volver a recuperar ese regalo innato y que no cuidamos? Creo que la respuesta está en observar a los niños.
Desde hace unos días, tenemos un nuevo miembro en la familia, es un hamster enano. Es muy pequeño, apenas mide diez centímetros, pero a mi hija le deja con la boca abierta, sobre todo cuando anochece porque es un animal crepuscular y empieza a desplegar toda su energía por la noche. Es un gran explorador y, por ser tan pequeño, se mantiene constantemente en alerta ante la posibilidad de que un depredador le ataque. Por ello es un animal muy sensible a los cambios de entorno y con una tendencia natural al nerviosismo. No tienen buena vista y, por ello, usa sus glándulas para realizar marcajes y poder encontrar el camino a su madriguera. También posee unas bolsas en los laterales de las mejillas para guardar el alimento y transportarlo.
La verdad que si te paras a observar, descubres maravillas que te sorprenden. Si hubiera más asombro en el corazón humano, la mirada del hombre sería una mirada de admiración, agradecimiento y fraternidad.
Cicerón decía: “ Nadie admira lo que ve con frecuencia”, pues eso, que no dejemos que la rutina nos haga olvidar la belleza de la creación. Hoy es el momento de mirar la tierra sin dejar de mirar el cielo. ¡Inténtalo!
MARIENMA POSADAS CIRIZA