El relativismo es más viejo que el pecado. Los sofistas presocráticos (ss. VI y V a.C.) ya utilizaban en su favor cada noción de oratoria que conocían. Siempre hubo luces, como Parménides diciendo que «el ser es y el no ser no es«. Pero ellos argumentaban siempre a favor de sus propios intereses. ¿Es posible que existan intereses en aquellos que siguen defendiendo hoy que no hay una sola verdad? El argumento por ontonomasia del relativismo se autodestruye: «No hay una sola verdad»… luego esa frase tampoco puede ser cierta. ¿O acaso hay un dogma y es ese? Aunque no lo parezca, este razonamiento tan claramente opaco ha llegado hasta el s. XX y hasta nuestros días.
Se puede entender, especialmente, si nos situamos en el contexto de la caída de los idealismos y los metarrelatos que «llevaron» a las grandes guerras y desastres humanos del s. XX. Sin embargo, no se sostiene filosóficamente. Nosotros creemos que hay una realidad. Y parece ser que se trata de una posición valiente en nuestros días. Se bromea mucho en redes sociales: «El pasto es verde». Esta broma apologética que Chesterton ya ideó hace más de cien años se encarna aún hoy en un Occidente cuya única esperanza parece ser que tú y yo nos convirtamos a la Verdad. Al menos, que no dejemos de buscarla.
Estos días, algunos celebran la mentira y la muerte. Nosotros preferimos celebrar la verdad y la vida. Es por todo esto que hoy hablamos Tres Minutos Contigo y con Juan Gavín, seminarista de 22 años que también está terminando el doble grado en Derecho y Administración de Empresas. ¿Qué es la verdad? Esta pregunta que hizo callar al santo de los santos —por su identificación total con la respuesta— alude a la adecuación de nuestro entendimiento con las cosas reales. Y si te interesa el tema, escucha esto: