A medida que la sociedad avanza también lo hacen las nuevas tecnologías facilitando nuestra accesibilidad a ellas. Actualmente, la gran mayoría de niños tienen redes sociales y tiene su primer contacto con internet antes de los 15 años. Este hecho, nos ha llevado al alarmante desafío al que nos tenemos que enfrentar y al que nunca se ha tenido que enfrentar ninguna generación. Actualmente, el 50% del niño de 11 a 13 años han visto pornografía en internet. Y el 75% de los padres creen que sus hijos no han visto pornografía nunca.
Actualmente en España, la edad media de consumo de pornografía se encuentra entorno a los 9-11 años, esta problemática se repite en muchísimos países de la UE. La explicación a estos datos es fácil, la pornografía actual cumple la Triple A (Accesible, Asequible y Anónimo) y cuando un placer cumple la llamada Triple A suele decir que es fácil que se convierta en adictivo.
El problema no solo reside en consumir pornografía sinos en como cambia la mirada de los niños frente a sus compañeros y compañeras. Por ejemplo, las categorías más demandadas en pornografía son tales como violaciones grupales, degradación o incesto. Además, el 89% del porno contiene agresiones físicas y el 48% contiene agresiones verbales. Estos datos, se pueden relacionar con el alarmante aumento del 116% de las agresiones sexuales cometidas por menores en último lustro, según la fiscalía.
La pornografía es un estímulo gigantesco ya que está relacionada con el instinto de la reproducción, intrínseco dentro del ser humano. Además, no solo tiene efectos negativos sobre nuestra psique sino que también produce efectos negativos en nuestra estructura cerebral. La pornografía dispara los niveles de dopamina, como es el caso también del juego patológico (ludopatía), el consumo de tabaco e incluso la cocaína puesto que afecta nuestro sistema de recompensa (conjunto de circuitos y estructuras en el cerebro que desempeñan un papel fundamental en la regulación de la motivación, el placer y la toma de decisiones). El consumo de pornografía no es un pasatiempo inofensivo. También se ve alterado el deseo sexual. Cosas que “a priori” nos parecen denigrantes pueden llegar a normalizarse.
Tras lo expuesto, les recomiendo no alarmarse si sabemos que nuestro hijo, o hija, consume pornografía. Debemos explicarles el fenómeno desde la afectividad, la igualdad, y con una perspectiva crítica. Cuanto antes se hable del tema con los niños en casa, antes se prevendrá sus posibles efectos negativos. Lo ideal es hablar sobre la pornografía con los hijos tan pronto como tengan acceso a Internet. Como se suele decir, “siempre es mejor llegar un año antes, que un día tarde”.
Como dijo el Papa San Juan Pablo II, «El problema con la pornografía no es que muestra demasiado; sino más bien que muestra demasiado poco».
Vicente Cabrera Peiró