Ahora que se ha bautizado Ronaldo me he acordado de otro viejo recuerdo que ocurrió en los años 80.
Un buen amigo había quedado con otro en acudir el domingo siguiente a Misa. Éste otro, llevaba sin ir a Misa desde su primera comunión.
A la hora convenida el amigo no se presentaba y, mi amigo, llamó a su casa para ver dónde estaba. ¡Se había ido al fútbol!
Ni corto ni perezoso mi amigo se fue al estadio Santiago Bernabéu y preguntó por la oficina de información. Allí, les contó que necesitaba localizar a una determinada persona que estaba en el estadio
Y en el descanso del partido se anunció por los altavoces que esperaban a esa persona en determinada puerta del campo de fútbol.
Allí le esperaba mi amigo que al verle le dio un abrazo y le dijo: ¡Vámonos a Misa!