Hoy me he levantado, como muchas mañanas, con diversos estados de ánimo. Por una parte, al llegarme algunas noticias que no se pueden calificar de positivas, desanimado, pero por otra -debe de ser por las luces que me da el Espíritu Santo- renovado porque veo con claridad la gran oportunidad que se le presenta, ya desde hace tiempo, a la Iglesia: una revolución cultural.
Desde hace años se habla de la persona, pero la realidad es que quien prima no es la persona en sí misma, sino los medios para que viva en un ambiente agradable, digamos que feliz: sociedad del bienestar, se llegó a denominar. Es importante y bueno que el ser humano viva bien, pero más decisivo es que viva como persona.
Hoy, en la cultura vivida, sigue siendo más importante la cuenta corriente que la persona en sí misma. Por eso la Iglesia, que debe ser defensora del ser humano en cuanto tal, debe dar esa batalla cultural. Y desde aquí te animamos a ello.