Supongo que el pasado domingo, 16 de julio, día de la Virgen del Carmen, disfrutaste viendo la final de Wimbledon. Un chico de 20 años vence al veterano de 35, Djokovic. Toda una epopeya de nuestro Carlitos. La clave de la victoria nos la cuenta él mismo: “el entrenador me preguntó: – ¿Es éste tu sueño?, yo le dije que sí y me dijo: -Pues hay que ir a por ello. No es hora de tener miedo. Tú has nacido para estar en este tipo de situaciones y vamos a cumplir el sueño”.
Todos tenemos nuestros sueños, lo que pasa es que nos rendimos demasiado pronto y, así, se quedan en el tintero. Vienen las excusas: soy joven o ya es tarde; es demasiado complicado; el ambiente está mu mal; otros no lo consiguen; etc. Seguro que te gustaría superar algún defecto; sacar mejores notas o tener otro trabajo; tratar mejor a los tuyos; ser mejor amigo o buen cristiano… Seamos más o menos jóvenes, tengamos las circunstancias que sean, hay que seguir peleando por nuestros sueños. Nunca es tarde.
Me contaba un amigo que, de pequeño, fue al circo y se encariñó del elefante. Pudo ir a verle después de la función y se sorprendió de que estuviera atado a una pequeña estaca. Preguntó por qué no se escapaba, con la fuerza que tenía le era muy fácil. Le contestaron los cuidadores que de pequeño se resistía a esa ligadura, intentaba desprenderse de ella y no podía. Al crecer dio por hecho que tampoco podría soltarse. La memoria “de elefante” le gastó una mala jugada: recordaba las veces que no consiguió romper la estaca y ya no intentaba de nuevo.
No es bueno recordar la cantidad de veces que hemos fracasado, que no hemos podido vencer o lograr los objetivos. Un hijo de Dios lo puede todo. Basta con soñar a lo grande y no tener miedo. Ante nuestro Padre Dios todos somos unos “Carlitos”, hay que intentarlo y echarle ganas.
Juan Luis Selma