Cada vez estamos siendo testigos papá y yo y escuchando a más gente conocida, lamentos y lágrimas ante una situación familiar nueva que les desborda.
Tenemos amigos y conocidos que creen, como nosotros, en el matrimonio de derecho natural constituido por un hombre y una mujer y abierto a los hijos.
Padres y madres que piensan que seguir este modelo natural nos va a ayudar a ser felices, que creen en el matrimonio fruto del amor conyugal como el mejor camino para una vida lograda y plena, no sólo porque Dios nos lo ha transmitido, sino por propia experiencia. Gente que pensamos que la sexualidad fuera de este entorno es intrínsecamente desordenada.
Ya sé que pensar así no está de moda y que incluso se considera limitativo de los derechos de los demás (tampoco entiendo de qué manera mi forma de pensar distinta quita derechos esenciales a otros). Y ya sé que no se puede imponer a nadie este pensamiento, al igual que el contrario. Pero cuando os educamos, los padres intentamos transmitiros lo que pensamos firmemente que os va a hacer más felices. No nos importa que esté o no esté de moda, o que sea objeto de censura social.
Un gran éxito para nosotros es lograrlo, pero lógicamente siempre está la libertad de cada uno.
Cada vez vemos más casos en los que unos buenos hijos quieren celebrar un matrimonio homosexual -libres son de hacerlo- pero se empeñan en que sus padres (en teoría libres también), a los que no les parece natural ni correcto, tienen que asistir al enlace. Yo no lo entiendo.
Si son buenos hijos ¿Por qué se empeñan en que sus padres tengan que asistir a algo que les parece mal y que va en contra de sus creencias? Dicen que si les quieren tienen que acompañarlos, que sin sus padres el enlace no sería lo mismo. Yo a esto lo llamo coacción moral. He visto a padres asistir a estos enlaces llorando.
¡Pues vaya buenos hijos que ponen a sus padres en esa tesitura!
Ante estos casos siempre pienso: Si de verdad quieres a tus padres no les hagas pasar por eso, si sabes que para ellos supone tanto.
Unos buenos hijos que conocen a unos buenos padres saben que si sus padres no asisten a dar su conformidad al acto no es que no les quieran, sino que no pueden aceptar algo que para ellos es intrínsecamente desordenado y va contra sus creencias e ideales.
Por supuesto que los hijos son libres de compartir o no esas creencias, pero no pueden coaccionar a tus padres, al igual que ellos no chantajean con su cariño a sus hijos adultos para ir a Misa o casarse por la iglesia, por ejemplo.
Esa es la auténtica libertad y es amor de verdad.
Por eso, hijos, si alguna vez, Dios quiera que no, estáis en esa o alguna circunstancia similar que sabéis que va en contra de nuestros principios, no nos pidáis a papá y a mí por favor que vayamos a acompañaros. Sería muestra de que no nos queréis bien y precisamente porque nosotros os queremos tanto, no íbamos a asistir.
Un beso muy fuerte a todos y ¡nos vemos Dm muy pronto en Carbonero!
mamá
Publicado en Queridos hij@s