“Desde que puedo recordar, siempre me he sentido atraído por Jesús. Durante la adolescencia quise convertirme al cristianismo. Pero sabía que sería un escándalo, porque cuando un judío se convierte, su familia, aunque no sea religiosa, lo vive como una traición.
Los caminos de Dios son misteriosos: quería ser cristiano, pero me hice judío ultraortodoxo y luego judío hasid. Mi corazón me llevaba hacia Jesús, pero mi cabeza se resistía y mi identidad judía pesaba más. Un día, por fin, después de un largo camino, Dios retiró el velo de mis ojos…”
Una vez más, una historia de un converso. He leído varias, suelen ser conmovedoras y proporcionan, casi siempre, algún motivo nuevo para creer. Es el caso de la conversión de Jean-Marie Élie, con la peculiaridad de ser un judío quien se convierte. De nuevo nos encontramos con la maravilla de la Gracia que actúa, porque no puede ser de otra manera y porque el autor y protagonista de esta historia explica con mucho detalle cual fue su largo proceso hacia el cristianismo.
A los 8 años tuvo una primera vivencia de atracción por el Crucificado. Aunque su bautismo lo recibió con 44 años, en todo ese tiempo no olvidó del todo su primer encuentro. Las vicisitudes de su vida de judío son muy variadas, pero pasa por ser un rabino en una de las escuelas más estrictas del judaísmo, y sin embargo su atracción por el cristianismo nunca se perdía. Una vida de contrastes y, en el fondo, una vida de coherencia. Un relato de gran interés para conocer más el judaísmo contemporáneo y, sobre todo, las diferencias, muy marcadas, entre su vida de judío y su vida de cristiano. Se lee muy bien y es muy interesante para entender un proceso de conversión.
Reseña de Ángel Cabrero Ugarte para Club del lector