Abro Twitter. Leo, me entra el desánimo, cierro Twitter.
Navego entre las páginas de un periódico local y lo mismo.
Me informo de los resultados de las elecciones y casi prefiero vivir en la ignorancia…
Vivimos instalados en la queja y el desánimo con una sensación de constante alarma. ¡¡Vamos a morir todos!! Pues sí, moriremos; no sé si de tomar mucha carne o de tomar poca, de salir con mascarilla o sin ella, o de que nos caiga una teja en la cabeza. No sé; pero que vamos a morir todos, eso lo tengo claro. Y que no puedo sumar un minuto de vida a mi vida, también (Mt 6:27).
Entonces, si todo esto es así, ¿a santo de qué tanto alarmismo? Pues, creo yo que, además de que sabemos poco, estudiamos menos y leemos casi nada, miramos poco hacia arriba, hacia al cielo y hacia afuera y mucho a nuestro ombligo y… Así nos va. (Frase pesimista donde las haya).
Y leo con preocupación los datos del suicidio en España. ¡Más de 4.000 al año! Es decir, hay más de 4.000 personas anualmente que pierden la esperanza y deciden por diversos motivos acabar con sus vidas. Y la sociedad, tú y yo, sin ser culpables de ello sí somos responsables. (Esto se lo he oído a Javier Díaz Vega, que de este tema sabe un rato largo y que tiene un libro que se llama «Entre el puente y el río» que os recomiendo vivamente) y deberíamos salir a las calles a pedir ayuda para los que no tienen fuerzas de pedirla.
Y sigo leyendo y veo que al convocar elecciones no sale adelante la Ley ELA por lo que habrá que volver a empezar todos los trámites para su aprobación. Y seguimos sin salir a la calle para dar voz a los que no tienen voz.
Y sí, si sigo así terminaré desanimada y con grandes posibilidades de que me coma la desesperanza, pero… ¡No! Porque en ese momento en que todo empieza a volverse gris oscuro, recuerdo que en el fondo de mi alma SÉ que Dios lo puede todo y que nos protege con su amor y misericordia. Y si Dios está conmigo, ¿quién contra mí? Y sonrío. Y me pongo como propósito seguir mirando al Cielo siempre que vea que cabe la posibilidad del desánimo para dejar todas las cosas en sus manos y seguir trabajando con la ilusión y la libertad que da saber que somos hijos de Dios y que Él nos espera en el Cielo.
¡Ánimo!