Por María Claudia Enríquez
(Reflexión de una periodista a partir del mensaje del Papa en la 57 Jornada de las Comunicaciones Sociales)
Luego de leer y escuchar algunas de las repercusiones que tuvo la 57 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales y la invitación del Papa a “Hablar con el corazón, «en la verdad y en el amor»”, se me vino a la mente la imagen de los comunicadores como corresponsales del amor en el lugar del mundo donde estén llevando a cabo su misión.
Con esta imagen todo toma un profundo sentido, por lo menos para mí. Tenemos una buena noticia para anunciar, esa buena noticia es una noticia de amor, de un amor que salva a todos, por lo tanto, cada uno de nosotros como bautizado está llamado a ser corresponsal de esta buena noticia. “Es urgente afirmar una comunicación no hostil”, nos dice el Papa Francisco expresando su preocupación por la belicosidad que se evidencia hoy en algunos discursos que hacen eco en el “dramático contexto de conflicto global” que estamos padeciendo como humanidad.
Esta realidad me hace pensar en la corresponsalía del amor como aquella oportunidad que tenemos de hacer carne en cada uno de nosotros el compromiso de trabajar en favor de una comunicación que aporte a la cultura de la paz. Entender a la corresponsalía del amor como una operación de paz a nivel mundial donde cada comunicador esté donde esté, se sienta parte, en primera persona, y fomente una comunicación cordial con todo lo que ella implica.
En primer lugar, creo que tenemos que pedir al Espíritu Santo que nos ayude a desmilitarizar el corazón para poder comunicar desde un corazón puro, en calma, que promueva el encuentro y no el enfrentamiento ni el rencor. Que nos instruya en el cómo destacar aquello que nos une y no generar divisiones. Creo que todo ello es posible en la medida que nuestro criterio -para todo lo que involucre nuestra misión de comunicar- sea el amor. Y esto, desde ya, es ir contracorriente.
En segundo lugar, comunicar desde el corazón nos desafía a repensar nuestros roles y lugares. La sala de redacción es nuestro corazón. Aunque nunca lo hubiéramos pensado así, entender nuestra misión de comunicar desde allí, desde el corazón, cambia el sentido que le damos a lo que comunicamos. El corazón es el lugar donde nace la buena intención de la que se impregnan luego nuestras palabras. Como bien nos lo señala el Señor en las escrituras “la boca habla de la abundancia del corazón”.
Cuando el Papa Francisco explica lo que significa comunicar cordialmente dice “quiere decir que quien nos lee o nos escucha capta nuestra participación en las alegrías y los miedos, en las esperanzas y en los sufrimientos de las mujeres y hombre de nuestro tiempo”, por lo tanto, quienes comunicamos necesariamente tenemos que vivir en contacto con la realidad que queremos dar a conocer, latir con el sufrimiento y con las alegrías de nuestras comunidades, cuidar y estar atentos a aquellas realidades que necesitan ser visibilizadas para poder ser alcanzadas por las ayudas que necesitan.
Finamente, para mí, la tarea de comunicar cordialmente tiene que ver con una comunicación que sea misericordiosa y que conecte con el sentido más profundo de las realidades que cubrimos. Estamos llamados a comunicar la vida en abundancia y a ser portadores de esperanza para nuestros hermanos ¡Cuánta belleza hay en este llamado!
Me siento profundamente agradecida con el Papa Francisco por ir iluminando el camino de los comunicadores con tanta cercanía, por interpelarnos a ser cada día más humanos y misericordiosos. Como joven, católica y comunicadora ruego al Espíritu Santo que nos instruya en la verdad para poder comunicarla desde el corazón.
Amén