Las hermanas Clarisas Capuchinas de Murcia nos piden oraciones para estrenar cada día el don de la fe y la llamada a vivir en la presencia de Dios. Llevan a la oración las penas y alegrías de nuestro mundo.
Al comienzo del cristianismo, no existía la vida religiosa. Todos los bautizados vivían religiosamente. El libro de los Hechos de los apóstoles nos lo describe así: “Los cristianos eran constantes en escuchar las enseñanzas de los apóstoles, en la unión fraterna, en partir el pan y en las oraciones”.
Cada hogar era una Iglesia doméstica, una familia cristiana. En cada hogar se alimentaba la vida corporal y la vida espiritual o de la Gracia, recibida en el Bautismo.
Con el paso del tiempo, en muchos hogares, no se vivía unidos sino como cada uno quería.
Otra característica de los primeros cristianos era que todo lo tenían en común. Todos trabajaban y lo que ganaban lo compartían entre todos. Los Hechos de los apóstoles dice: “Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; vendían sus posesiones y haciendas, y las distribuían entre todos según la necesidad de cada uno”. Pero llegó un momento en que algunos de los primeros cristianos se cansaron de trabajar y colaborar con los demás. Esto dio pie a divisiones y problemas familiares. San Pablo luchaba por animar a los cristianos a vivir profundamente su fe y escribe a los de Tesalónica: “Les mandamos en nombre de Dios que os apartéis de los hermanos que no quieren trabajar como les hemos mandado a todos”. Pero antes de San Pablo, nos lo había dicho Dios: “ Comerás el pan con el sudor de tu frente” (Génesis 3,19).
Entre aquellos cristianos no faltó un grupo que se propuso mantenerse fiel a la vida profesada en el Bautismo. A este grupo lo llamaremos “religiosos”. Así nació la vida religiosa en la Iglesia Católica.
Aquellos hombres y mujeres querían vivir con Cristo y como Él vivió. Unos se sintieron llamados por Dios para imitarlo en su vida oculta durante los treinta años que vivió en Nazaret. Son los monjes y monjas contemplativos. Hombres y mujeres que dedican toda su vida a trabajar como cualquier pobre para ganarse el pan con el sudor de su frente. También se dedican a orar, saborear que Dios nos ama desde siempre y gratuitamente.
Otro aspecto de nuestra oración es llevar en nuestros corazones a todos nuestros hermanos del mundo entero y hablarle a Dios de ellos, pidiéndoles que les dé paz, salud y alegría cristiana.
Hay otros religiosos que siguen a Jesús en su vida pública o apostólica. Son los religiosos de vida activa o misionera. Trabajan por el reino de Dios y su justicia evangelizando, curando y socorriendo a los más pobres de pan, fe y amor.
Confinadas por Amor
Clarisas capuchinas de Murcia