Todo se ha cumplido…

Pascua

Sin Autor

Por Francisco Manuel Gómez Parejo
@frangp_98

Cristo ha derramado su sangre para liberarnos de la esclavitud del pecado. Quizás estemos ante el acto de amor más sincero de la historia de la humanidad; pero su muerte no es el final. Por delante tenemos cincuenta días para mostrar al mundo que Dios nos ama y no nos ha abandonado.

No podemos olvidar lo que dice San Pablo a los Gálatas: “No soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí.” Debemos vivir estos cincuenta días llenos de alegría porque Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal; pero ese gozo no solo debe mostrarse al mundo durante la Pascua. La Resurrección de Jesús debe vertebrar nuestra vida diaria como católicos porque es el pilar sobre el que se asienta nuestra fe.

Cristo vive y permanece esencialmente en la Eucaristía. Su presencia en la Hostia Santa es la demostración diaria de su existencia. Es la presencia sustancial y real de Cristo vivo. Dice San Juan: “Cristo es el pan de vida. Quien coma de Él, vivirá para siempre”. Esto resume todo su ser y toda su misión: servir como alimento para nuestra alma. Por eso, la mejor forma de celebrar el gozo de la Resurrección es salir diariamente al encuentro del Señor y tomar su cuerpo para colmarnos de Él.

No lo olvidemos: Cristo vive y nos quiere vivos.

Salgamos cada día demostrando que el Señor de la vida y la esperanza es quien alimenta nuestra alma y quien ilumina nuestro corazón.