Por Nata Caño
¿No os pasa que a veces vamos deprisa y corriendo sin llegar a ningún lado?
Sin pararnos a mirar, a sonreír, a escuchar… al de al lado.
¿No os pasa que a veces vamos como pollos sin cabeza sin siquiera saber exactamente lo que queremos hacer o hacia dónde nos dirigimos? Simplemente con prisas, corriendo a todos lados, porque si no, no llegamos a… a… ¿a qué? ¿a dónde? ¿A dónde quieres llegar? ¿A dónde vas con tanta prisa? ¿A dónde vas pensando en ti continuamente? ¿A dónde vas tan ensimismado?
Tantas prisas… ¿para qué?
¿De que vale ir corriendo a tu trabajo, corriendo a coger el metro, corriendo a recoger a tu hijo, corriendo a ver a un colega… si no te paras a mirar a los que hay en el camino?
Vamos con tanta prisa que podemos perdernos por ir corriendo a todas partes, a veces hay que pararse a mirar si estamos yendo en el sentido correcto. Por eso, es importante pararse y volver al origen, volver a buscar ese sentido, esa dirección que nos lleva al Cielo.
La semana pasada tuve una semanita de esas. Una semanita de ir corriendo a todas partes, de tener mil cosas que hacer y no llegar a todo, de ir casi sin mirar por donde voy… Tenía que parar, tenía que volver a descubrir el sentido de lo que estaba haciendo.
Fui a Misa al lado de mi casa y me paré, pero esta vez me paré de verdad, no por cumplir o pensando en lo que tenía que hacer luego. Me quedé pensando. Rezando sobre muchas cosas, poniendo todo en manos de Dios. Me paré a pensar en mi día a día de esa semana, intentando buscarle en los pequeños momentos de esos días y me di cuenta de muchas cosas. Él había estado ahí en todo momento y yo no había sabido verlo.
Levanta la mirada, que Alguien te dice “Estoy aquí. Soy Yo.” y ese alguien es Él, es Dios que pasa cada día mil veces por delante de ti y tu… ni te das cuenta. ¡Normal! Estamos ciegos.
Te animo a buscarle. En tu día a día. En cada cosa que hagas, en cada persona con la que te cruces, en cada paisaje, sufrimiento, problema, en cada viaje en coche o en metro, en cada comida, en cada mirada, en ese amigo…
Búscale, mírale, encuéntrale; ahí, en cada uno. Párate a mirar a los ojos al conductor de bus y salúdale, pide por favor la cuenta, pregunta el nombre al camarero, dale los buenos días a la señora de la limpieza, párate un rato a hablar con tu vecina, quítate los cascos en el trasporte público, ten un detalle con tu novia o novio, llama por teléfono a ese amigo, ve a por más agua en la comida, sirve los platos, pon el lavavajillas por la noche, cántale una canción a tus hijos o léeles un cuento, juega en el salón con tu sobrina, invita a tu compañero de curro a un café, dale una buena noticia a tu jefe, sonríe al “pesado” de la mesa de al lado, ríete a carcajadas cuando falles en algo, disfruta de tu estudio, de tus clases, ve a buscar a ese amigo que lo está pasando mal, saca a pasear al perro y disfruta del paseo aunque te venga fatal, hazte cargo de tus responsabilidades con alegría, déjate corregir, pide perdón cuando te equivoques, aprende a perdonar y a no juzgar, da segundas oportunidades a los demás igual que te las das a ti, piensa en la comida favorita de tu marido o mujer, haz tu la cena y que hoy se sienta protagonista, trata a tu madre como a una reina, dile a tu padre lo muchísimo que le quieres, probablemente no esté acostumbrado a oírlo y es algo que deberíamos decir muchas veces, ve a ver a tus abuelos y juega con tus primos pequeños, dile a tu tío lo mucho que le admiras, puede que algún día te falte, o a tu compañera de clase lo bien que le queda ese vestido, a lo mejor necesita escucharlo… y aún mejor, sonríe haciendo todo eso… ama haciendo todo eso.
Podemos disfrutar de la vida y hacer que los demás se sientan protagonistas, bailar a su son, estar para ellos, podemos olvidarnos de nosotros mismos y amar al que tenemos en frente. Descubrir a Dios en cada uno, en cada cosa, pero claro, hay que buscarle… muchas veces pasa desapercibido ¡y más si vamos con prisas!
Levanta la mirada, sonríe. Agradece. Mira al Cielo y vuelve a empezar. Estamos celebrando la vida. Es tiempo de Pascua, celebramos que nuestro Dios es un Dios de VIVOS, no de muertos. Todos caemos, todos somos de carne, todos estamos llenos de barro, ¡¡¡levántate!!! CELEBRA. VIVE. Vuelve al origen, recibe ese abrazo que Él está deseando darte.
Es sencillamente eso, ¡abre los ojos! Búscale en cada cosa y que los demás estén a gusto cuando estén contigo. Es cuestión de pararse un poco, de no ir con prisas, de estar a lo importante. Soy la primera que me cuesta, a veces me comen las prisas y voy corriendo a todas partes.
Párate y vuelve. ¿No Le has visto? Es Él. Está ahí.