Por Manu Roa – Pediatra
Hace un tiempo en mi consulta de Pediatría, acudió una madre con su hijo de 3 años acompañados de la abuela y el tío del niño porque refería que el niño no estaba llevando bien la separación de los padres porque era listo y se daba cuenta. De hecho, estaba presentando un retroceso en algunas habilidades que ya había conseguido hacía tiempo como en controlar cuando orinar, se relacionaba mal con otros niños y tenía múltiples pesadillas. La madre me pedía que le derivara al psicólogo para que le orientara con las pautas a seguir. A esto me plantee hasta que punto está indicado derivar a un psicólogo a un niño por algo tan común (que no normal) como que unos padres se separen.
Pero el problema no está solo presente en los niños, hace varios años me comentaron de una chica que rondaba la treintena que ya estaba casada y tenía sus propios hijos, entró en depresión cuando sus padres inesperadamente se divorciaron.
Es evidente que la separación de unos padres supone un punto estresante en la vida de un niño (y no tan niño) que algunas personas lo superan peor que otros. Se podría enfocar como que la separación de unos padres supone un duelo en la vida de los hijos al igual que cuando se muere un familiar, algunos pacientes no lo superan de una manera adecuada, o sea, presentan un duelo patológico. O tal vez, es algo más… Padecer la muerte de un abuelo o incluso la de un padre (dentro de unos márgenes de edad), al fin y al cabo, es algo natural, pero ser consciente de que tus padres no se quieren no es algo natural y probablemente nunca en la historia se hayan visto tantos casos como ahora, anteriormente era algo extraordinario y marginal.
Al fin y al cabo, el origen de nuestra vida partió del amor de nuestros padres y el referente en cuanto el amor y todas las relaciones que tendremos en nuestra vida, se basan en las relaciones que hemos visto en casa. Aunque suene duro decirlo, la felicidad de un niño, la forma que se relacione con otros y la confianza en sí mismo depende de la relación que tengan sus padres entre sí. Si una vez siendo adultos, descubrimos que la causa de nuestra existencia, que es el amor de nuestros padres, era mentira, ¿qué sentido tiene todo?
Ante el aumento descorazonador del aumento de divorcios, ¿cómo podemos asegurar la salud en nuestros hijos en una sociedad profundamente enferma?, ¿están condenados a ser infelices esos niños? La sociedad actual, ofrece psicólogos que escuchan durante una hora al mes a un niño que está roto por dentro pero lo que realmente se necesitan son milagros. Los cristianos confiamos en el poder redentor de Jesucristo, Él hace nuevas todas las cosas y es la verdadera agua viva.
En esta época de Pascua debemos ser conscientes de que Cristo verdaderamente ha resucitado y que esto es un milagro, pero también Dios sigue haciendo milagros «cotidianos» en muchas personas como está sucediendo en los retiros de Emaús por ejemplo. Yo te pido Señor por todos estos niños, porque obres un milagro y ayudes a sus padres.