El atributo más grande de Dios

Catequesis

Sin Autor

En el tiempo de Pascua leemos las apariciones de Cristo.

¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo ha vencido!

Y en la octava de Pascua, en los Evangelios de las Misas vemos como Jesús se aparece a los apóstoles, a María Magdalena, a los discípulos de Emaús.

La Pascua es el tiempo de la victoria de Cristo.

Todos esos que se reían de Jesús mientras estaba en la Cruz.

Todos esos que se fueron el viernes a dormir pensando: este nazareno no nos va a molestar más, le hemos vencido; se quedan de piedra el domingo cuando les despiertan los soldados diciendo: ¡ha resucitado!

Los que estaban allí para evitar que los apóstoles fueran diciendo que ha resucitado, ellos mismos son los que les vienen a afirmar: ¡verdaderamente ha resucitado!

Es la victoria. Y de hecho, a Jesús resucitado se le representa victorioso, majestuoso… pero, hay un pero.

Jesús vence pero el proyecto de Cristo ha sido un fracaso.

Me explico.

Los apóstoles. Personas de confianza del Mesías. Gente a las que Jesús había dedicado tres años completos. Para formarles, enseñarles. Los más cercanos. Los más fieles…

Le abandonan todos menos el “niñato”. Un adolescente al que ni los romanos prestaron atención porque no representaba ningún peligro.

El CEO de la empresa. El sucesor. Pedro. Es verdad que en el huerto había luchado, sacó su espada, hasta que Jesús le dijo que lo dejara. Es verdad que sigue a Jesús desde lejos, quizá pensando en que podría hacer algo en algún momento para salvarle.

Pedro. El que había dicho: Señor, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte. Cuando está en el patio de la casa del sumo sacerdote… ante la insinuación de una criada, una esclava… pierde los papeles, se muere de miedo y niega que conoce a Jesús.

Es como si un niño pequeño te dijera: eres amigo de fulanito… y tu te atemorizaras y dijeras… no, no le conozco…

Tomás era otro de los cercanos del Señor.

Hacía unas semanas, cuando Jesús decide ir a Betania a resucitar a Lázaro, los apóstoles le dicen a Jesús que no.

–¿Estas loco? Si vamos a Judea, los fariseos te están esperando para matarte. De hecho así fue al cabo de unas semanas.

Los apóstoles le dicen que no vaya pero Jesús dice que va a ir. Ha decidido resucitar a Lázaro.

Entonces es cuando Tomás dice al resto de los apóstoles: —Vamos también nosotros, para que muramos con él.

Otro que está dispuesto a dar la vida por Jesús y después, durante la pasión, huye.

De hecho, pronto abandona a los apóstoles, por eso no está el primer domingo cuando se aparece Jesús a los discípulos.

Los apóstoles, un desastre. Pedro, un fracaso. Tomás, una decepción.

¿Y tú y yo? Quizás también a veces nos podemos considerar un fracaso de Cristo.

He recibido tanto. La fe. Tanta formación. Tantas conversaciones. Mis padres… y te fallo constantemente, Jesús. Y parece que Jesús nos tendría que echar una bronca, como a los apóstoles, como a Tomás.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.

Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»

Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»

Un fracaso de fe. Un descreído completamente decaído.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.

Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»

Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»

No le dice: – Tomás. ¡Ven aquí, que te voy a dar un cachete! No le restriega su pecado.

Lo trata con cariño y le facilita que vuelva. Tanto, que Tomás pasa de ser un traidor a ser el primero que confiesa abiertamente la divinidad de Jesús.

Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»

Dios mío. Creo que eres Dios.

Jesús nos contó cómo es Dios Padre en la parábola del Hijo pródigo.

Nosotros pecamos. Nos vamos. Nos alejamos y Él nos espera, cada día. Sale cada día a ver si vuelve su hijo. Espera a que volvamos para darnos un abrazo. Dios es misericordioso.

Jesús nos dice: Yo he resucitado. Yo he vencido. Yo lo he hecho todo bien, pero no te pido que seas perfecto. No. Evidentemente lo intentaremos. Intentaremos hacer bien las cosas. Pero si te equivocas aquí estoy, esperándote. Para darte un abrazo.

No tengas miedo a volver.

Confía en mí que soy misericordioso.

El segundo domingo de Pascua es el domingo de la divina misericordia, Dios nos dice lo que le dijo a Santa Faustina: “las almas me reconocen como Santo y como Justo”, ¿Quién es Dios?. El justo, el perfecto, el santo. Y a veces pensamos que para acercarnos a Dios tenemos que ser así: bueno, perfecto y si no soy perfecto no puedo acercarme a Dios.

Decía Jesús a Faustina: “Esta alma reconoce que soy santo y justo, y no cree que soy la misericordia, no confía en mi bondad. Proclama que la Misericordia es el mayor atributo de Dios”. Dios es sobretodo misericordia.

Uno de los ladrones crucificados le injuriaba diciendo: ¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
Pero el otro le reprendía:

¿Ni siquiera tú que estás en el mismo suplicio temes a Dios?

Nosotros, en verdad, estamos merecidamente, pues recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno.

Y decía: —Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino.

Y le respondió: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso. (Lc 23, 39).

Esta es la primera confesión. Qué bonito es por eso confesarse. Qué bonito es explicar a nuestros amigos esto. Que cuando vamos a la confesión le decimos a Jesús:

—Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mi, que soy un pecador.

Y tú Jesús nos dices: –Vete en paz y no peques más.

María, queremos ser santos, queremos ser cada día mejores.

Pero cuando fallamos. Como Pedro, como Tomás, como Dimas… ayúdanos a confiar en la misericordia de Dios.

Ayúdanos acercarnos a Jesús, confesarnos y decirle: Señor, tu lo sabes todo, tu sabes que aunque fallo, aunque a veces peco, Tú sabes que te amo.