Una antigua tradición china relaciona los dedos de las manos con las personas más importantes de nuestra vida. Así, el dedo pulgar representa a los padres; el dedo índice, a los hermanos; el dedo corazón, a uno mismo; el dedo anular -que es donde se suele poner el anillo de compromiso-, al cónyuge; y el dedo meñique, a los hijos. Si unimos las manos por las yemas de los dedos, como aparece en la fotografía, y dejamos que los dedos corazón se unan pero hacia abajo –como señal de que cuando nos casamos, desaparece el “yo”-, ocurre lo siguiente: podemos separar cada pareja de dedos unidos por las yemas –que significa que, cuando te casas, dejarás a tus padres y a tus hermanos, y los hijos, algún día se irán…- pero, ¿qué ocurre cuando pretendemos separar la pareja de dedos que representa a los esposos? ¡No se puede! La moraleja que se deduce es bien clara: un matrimonio, bien constituido, no se puede separar nunca, es indisoluble.
El día que te casaste, y meses antes, cuando decidiste poner fecha a tu nuevo estado civil, lo hiciste porque te dio la gana. Evidentemente, entendías las consecuencias de esa decisión y la responsabilidad que suponía acometerla. Pero no sabías cómo sería la convivencia con tu cónyuge, ni los hijos que vendrían, ni las contrariedades que sin duda llegarían.
Estarás conmigo en que hubo un milagro: de entre las innumerables mujeres que había en el mundo, elegiste a una, con nombre y apellidos. Y, mira tú por dónde, “casualmente”, esa misma te eligió a ti y no a otro. Elegiste a la que sería la persona que más amarías del mundo, con tu corazón y tu inteligencia, sabiendo que tendrías que poner voluntad para quererle más, sobre todo en las épocas de aridez afectiva que a veces aparecen. Y tú te casaste con plena libertad. Insisto: ¡porque te dio la gana!
Y como quieres seguir siendo libre ante esta decisión -posiblemente la más grande que hayas tomado en tu vida – que se concretó en querer a una persona en exclusividad hasta la muerte, te conviene estar vigilante para que no se cuele en tu corazón ideas, costumbres, y pensamientos que estropean todo lo que tocan cuando campean a su antojo.
A esos matrimonios que no creen en la indisolubilidad del matrimonio, ¿acaso no les influirá en la conducta el admitir mentalmente la separación o el divorcio como posible salida ante una crisis matrimonial? Pensar así conlleva a que, finalmente, muchos acaben abandonando su hogar.
Decía Chesterton que “feliz quien se casa con la persona a la que ama, pero que lo es más quien ama a la persona con la que se ha casado”. La primera frase habla de sentimientos, que son buenos y necesarios; la segunda, habla de voluntad de querer amar a quien decido amar.
Algunas cuestiones que pienso que hay que vigilar para ser cada día más fiel en el matrimonio son las siguientes:
- El trato con el sexo contrario: ¿Tienes confidencias o desahogos íntimos con otr@?
- La comunicación con tu espos@: ¿Existe? ¿Cuidas de que sea afectuosa y delicada?
- Pornografía: ¿Tienes la decisión firme de no entrar en páginas web indecentes, porque no quieres ver a “otr@s”? ¿Pasas mucho tiempo ante el ordenador a solas, si tienes una fuerte tentación en este asunto?
- Amor romántico versus amor matrimonial: ¿Reclamas constantemente un amor romántico y sentimental, propio de la fase del noviazgo? ¿Procuras tener un listado de acciones que redunden en la felicidad de tu espos@?
- Sólida convicción de que tu cónyuge es tu mejor amig@: ¿Entiendes que tu felicidad depende de su felicidad?
- Relajamiento matrimonial: ¿Sigues aspirando a ser el primero de su lista, o te relajas pensando que ya en casa “lo tiene todo”? ¿Cuidas de tu físico y de tu espíritu, con actos de voluntad, para seguir conquistándol@?
La vigilancia es el precio de la libertad. Estar atento a que en tu corazón esté sólo tu espos@ es un precio que hay que pagar si quieres ser fiel, si quieres ser leal a tu compromiso, si quieres vivir en un estado de total libertad y responder ante la decisión que tomaste, ya hace algunos años, pero que actualizas cada día, porque te da la gana… Y si no te da la gana, ¡pues te pones! Porque serás libre mientras seas fiel a tu palabra de quererle hasta que la muerte os separe.