Lucía Martínez Alcalde
@luzmaral
Somos avaros de tiempo. Ante esta sensación constante de prisas, de correr, de querer llegar a todo, de ser productivos y exitosos, de seguir el lema “Puedes hacer todo lo que quieras hacer”… nos volvemos avaros de tiempo, porque somos conscientes de que los días son limitados y, en esa carrera contra el reloj nos volvemos egoístas con nuestros minutos, queriendo controlarlos al segundo.
Por eso creo que una buena limosna esta Cuaresma puede ser limosna de tiempo. Y aquí hay que entender bien “limosna”, que no es “dar de lo que nos sobra” sino “dar de lo que tenemos”, incluso de lo que necesitamos nosotros mismos (ay, ¡cómo necesitamos más y más tiempo!). Un paso más: darnos a nosotros mismos. Porque nosotros vivimos en el tiempo y dar tiempo es, realmente, dar parte de nuestra vida.
Pienso en cuatro frentes donde podemos ejercitar esta limosna:
– En primer lugar: con Dios, por supuesto. ¿Le estoy dando lo mejor de mis días? ¿Puedo ser más generoso en mi tiempo con Él? ¿Soy consciente de que siempre me espera y me busca y está deseando pasar una Eternidad conmigo? Darle tiempo a Dios también es dejarle espacio: que entre en nuestra vida y nos ordene Él el día. Dejarle hacer. Ceder el control. Dejarse sorprender.
– Familia y amigos: con las prioridades claras. Es muy fácil disfrutar de la compañía de quienes queremos cuando todo va bien y todos somos encantadores. No es tan fácil cuando surgen conflictos, roces, o cuando alguien no está en su mejor momento y hay que hacer de salvavidas o de almohada sobre la que el otro pueda llorar. O cuando nos piden un favor que nos trastoca los planes (y el horario). O cuando nos han contado lo mismo tres trillones de veces…
– Trabajo y estudio. Hacerlo bien, con todos los sentidos volcados, evitando distracciones y sin perder de vista que con ese trabajo/estudio podemos ser santos y podemos cambiar el mundo y acercarlo más a Dios.
– Con quien pueda necesitarlo. Si cada vez somos más avaros de tiempo también aumentan las personas necesitadas del tiempo de los otros. Algunos hablan de una epidemia de soledad. ¿Qué podemos hacer ante eso? ¿Voy con los ojos y el corazón abiertos para poder reconocer quién puede necesitar algo de mí?
Esta Cuaresma, da tiempo. Date a ti mismo. La vida es corta y no puede escurrirse entre nuestros dedos sin llenarla de amor.