Por José Pablo Hoyo Robles (diácono)
@josepablohoyorobles
«Las aguas caudalosas no podrán apagar el amor, ni anegarlo los ríos».
Sabemos de sobra que la Cuaresma es un tiempo dedicado especialmente a la conversión: ¡no cuento nada nuevo! Y tampoco lo hago al añadir que hemos de prestar atención a los medios que la Iglesia ofrece a lo largo de los siglos -ayuno, limosna y oración-, porque garantizan los frutos de una buena preparación para la Pascua.
Pero, seamos sinceros: ¿cuál es la perspectiva que tenemos ante todo esto? Creo que los cristianos corremos el peligro de “tomar la parte por el todo”, convertir el medio en un fin: si nos obsesionamos con la necesidad de ayunar, rezar y dar limosna, podemos olvidarnos de que hay algo más importante, un fin al que sirven: vaciar la mochila de distracciones innecesarias que no dejan caminar en libertad hacia un Dios…loco de amor. Si esto sucede, es fácil que la oración se convierta en una monotonía innecesaria, el ayuno en una obligación impuesta “desde fuera”, y la limosna en una reducción tan tosca, que casi es mejor no ponerla en práctica.
«Las aguas caudalosas no podrán apagar el amor, ni anegarlo los ríos». Esta me parece una de las mejores frases de la Escritura. Del Cantar de los Cantares, resume cómo el amor de una amada -que, por mucho que se esfuerza, no encuentra a su amado- acaba triunfando: ¡el amado sale a su encuentro! No pocos han aplicado este texto a Jesús y su Iglesia, que se aman al modo de los esposos, a pesar de las adversidades y obstáculos en el camino. Del mismo modo, algunos místicos le dan un toque personal, entendiendo que su propia relación con Jesús es la de un “matrimonio espiritual”.
Pues…también a nuestro encuentro sale Jesús. También Él nos atrae con un amor que todo lo puede… ¡y sólo pide que lo aceptes en libertad! Por eso, aprovecha esta Cuaresma. Disfruta de este “desierto” como un don. Atiende a los medios que la Iglesia nos da, pero sabiendo que son el camino, y no la meta. Despréndete de lo que no importa…y déjate atar por lo verdaderamente importante: «Por eso, yo la persuado, la llevo al desierto, le hablo al corazón. […] me llamarás “esposo mío”, y ya no me llamarás “mi amo” […]. Me desposaré contigo para siempre, me desposaré contigo en justicia y en derecho, en misericordia y en ternura, me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor». (Os 2, 16.18.21-22).