Por Jorge Aura, @jorge_aura
“Nunca te desalientes, porque el Señor está siempre dispuesto a darte la gracia necesaria para esa nueva conversión que necesitas”. (Forja – San Josemaría Escrivá de Balaguer).
El pasado 22 de febrero iniciamos un nuevo tiempo litúrgico con la celebración del Miércoles de Ceniza. La Cuaresma, es el periodo de 40 días en el que los cristianos intentamos imitar con nuestra vida ordinaria lo que hizo Jesús durante su andadura por el desierto para preparar las solemnidades pascuales posteriores. La Cuaresma es, en definitiva, un tiempo de conversión, de cambio, de dejar el odio a un lado y convertirlo en amor.
Este es el inicio de una nueva oportunidad de cambio para nuestras vidas como ya la tuvimos el pasado mes de diciembre con el Adviento para preparar la Navidad. Ahora nos toca dejar nuestras comodidades, nuestras posesiones y todo lo material que nos aleje de Jesús a un lado, para así poder comprender mejor lo que supusieron para él esos 40 días de “soledad” en el desierto.
Despojarnos de todo lo material que nos ate a la tierra es el primer paso para darle un vuelco a nuestro corazón poniéndolo en manos de Dios y ofreciéndole mediante la oración, los gestos y los pequeños sacrificios todo lo que hacemos en el día a día. Esto nos ayudará a olvidarnos de nosotros mismos y hará que nos demos total y enteramente a los demás, para que les hagamos ver como Cristo nos llama a TODOS en este tiempo a dejarlo todo por seguirle, para que ese amor que queremos obtener con la conversión llegue a nuestro corazón.
“No hay nada que el amor no pueda enfrentar”. (San Pablo).
Quedan ya menos de 40 días y 40 noches para vivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. El inicio de este maravilloso tiempo se dio con la imposición de la ceniza, en la que los sacerdotes mediante las palabras “conviértete y cree en el Evangelio” nos invitaban a purificar el corazón mediante la conversión y la actitud penitencial que caracteriza este tiempo. Además, si por algo destaca la Cuaresma es por basarse en tres pilares fundamentales:
En primer lugar, la ORACIÓN, la que nos permite dirigir nuestra mirada a Dios y escucharlo. Es la recepción de las Sacramentos (especialmente la Confesión y la Eucaristía) y los pequeños actos diarios que llevamos a la oración lo que hará que cada día nos podamos acercar más a él consiguiendo dar sentido a todas las prácticas que hayamos llevado a cabo durante la Cuaresma.
En segundo lugar, el AYUNO, que nos hace privarnos de caprichos y privilegios del primer mundo por amor a Dios. La moderación de la comida, la reducción de gastos en compras y viajes, la moderación en el consumo de las nuevas tecnologías son algunos de los actos que nos harán unirnos más a Dios viviendo como él esos 40 días en el desierto.
Por último, la LIMOSNA, que hace que miremos a los que están pasando por un mal momento y que con cualquier gesto por pequeño que sea van a estar muy agradecidos. Es la entrega entera y total de uno mismo basada en la caridad y en la unión a Cristo en su pobreza. Esta práctica no se limita solo a dar limosna a la gente que necesita ayuda económica, la limosna también nos invita a ayudar a una persona mayor a cruzar la calle, a perdonar al que nos ha hecho daño, a regalar una sonrisa a aquel que no tiene un buen día, a dedicar más tiempo a la familia, el trabajo y el estudio…
Durante el tiempo de Cuaresma pidámosle a Dios la fuerza y la voluntad para llevar a cabo ese cambio que ha de comenzar en nosotros para poder expandirlo por el mundo, pidámosle ayuda para encontrarlo porque él nos ha llamado al cambio, pidámosle ayuda para que durante este tiempo de reflexión y penitencia nos dé la valentía de eliminar todo lo que no nos hace bien y pidámosle que los frutos de este tiempo sean patentes en nosotros y los contagiemos al mundo para que todos sean partícipes del amor que Cristo nos ha dado, nos da y nos dará hasta el fin de los tiempos.
Si Él murió en la cruz por nosotros y nuestra salvación, lo mínimo que nosotros debemos hacer es corresponderle con la oración, el sacrificio y el ofrecimiento diario.
No podemos considerar esta Cuaresma como una época más, repetición cíclica del tiempo litúrgico. Este momento es único; es una ayuda divina que hay que acoger. Jesús pasa a nuestro lado y espera de nosotros —hoy, ahora— una gran mudanza. (Es Cristo que pasa: homilías – San Josemaría Escrivá de Balaguer).